Palo Alto. Silicon Valley. Universidad de Stanford. Sand Hill Road. Ahí nace la historia de Finapsys, una fintech enfocada en el área de la salud. La idea surgió tras clases con referentes como Eric Schmidt, histórico CEO de Google; Andy Rachleff, creador del concepto de Product Market Fit y fundador de Benchmark; e Irving Grousbeck, multimillonario, dueño de los Boston Celtics e inventor de los search funds. Pero el camino, para el ingeniero civil Luis Fernando Allende, había comenzado mucho antes.
Tras egresar de la Universidad Católica, Allende entró como consultor a McKinsey. Ahí —dice— conoció distintas industrias. Dos años y medio después dejó la firma y se sumó a Cornershop, donde llegó a ser country manager en Chile. A fines de 2017 se unió a Southern Cross y permaneció allí hasta septiembre de 2020, cuando comenzó su MBA en la prestigiosa casa de estudios californiana.
Su meta era emprender, confiesa. “Algo no tan típico en MBA, porque por un lado son caros y por el otro hay muy buenas oportunidades de trabajo después”, afirma el ingeniero. “Pero yo iba bien cerrado a eso. Estuve todo el máster evaluando ideas. La mitad del tiempo estudiaba y tres o cuatro horas diarias las destinaba a investigar industrias, hacer contactos, crear prototipos, etc.”, agrega.
Pasó por diferentes ideas: salud, cripto, NFT, seguros, inmobiliario y restaurantes. Varias de ellas las fue desarrollando en distintos cursos de la universidad. Uno de estos fue el que imparte Andy Rachleff, uno de los más solicitados por los alumnos de Stanford. De 400 estudiantes por generación, solo 20 pueden acceder a él. “De suerte pude tomarlo”, cuenta el emprendedor. Justo ese semestre tuvo buena prioridad y postuló. Antes de empezar, “el profesor nos mandó diez mails instándonos a que botáramos el ramo, porque él solo quería gente muy comprometida. Te hacía leer mucho. Para mí, ese ramo pagó el MBA”, cuenta.
Proyectos desechados
Antes del curso de Rachleff, Allende estaba creando un producto para la industria de los restaurantes, pero la gran tesis de este profesor es que “tienes que asegurarte que tu cliente esté desesperado por tu solución”. Tenían un prototipo e incluso estaban pilotando el negocio con restaurantes, pero “me di cuenta de que ya existían buenas soluciones en el mercado”. Desechó la idea.
Probó en el mundo de los seguros. En un ramo llamado Startup Garage creó una solución para los corredores. En ese mismo ramo nació Doordash (competencia de Uber, valorizada en US$ 11 mil millones).
Cuando vino a Chile en Navidad, se juntó con varios amigos y todos sabían que estaba emprendiendo, por eso la pregunta iba de cajón: “¿Qué estás haciendo?, ¿cómo vas?”, le decían. “Un software para corredores de seguro”, empezaba a contestar. Pero a medida que avanzaba la conversación “me daba lata contarlo. Yo mismo cambiaba el tema”, confiesa. Le quedó claro que esa temática no le apasionaba y botó la idea. “Creo que es una enseñanza buena para los emprendedores, buscar problemas reales por un lado, pero también problemas que que te apasionen a ti o que tengas cierta conexión”.
Vuelta a la salud
Terminando el MBA quedaba poco tiempo para encontrar algo que le hiciera sentido. Y volvió a la primera industria en que probó: salud. Esta vez, eso sí, con un modelo B2B y no B2C.
“Las clínicas le cobran a muchas instituciones distintas. En una misma cuenta hay que ir a la Isapre, Fonasa, seguro y después paciente, se tienen que dar muchas vueltas para lograr cobrar. Se demoran fácilmente unos seis meses”.
Con esa idea creó Finapsys, una fintech para la salud, que se enfoca en la gestión de cuentas médicas.
Se juntó con las mismas personas con las había hablado antes: gerentes de finanzas de clínicas, personas a cargo de ciclos de facturación y les presentó su idea. Con eso contrató un par de practicantes y desarrolló un MVP. Aprovechó los últimos meses en San Francisco, se juntó con inversionistas, levantó capital con sus compañeros del MBA y en marzo de 2023 aterrizó de vuelta a Chile.
Salió a vender la solución. Su primer cliente fue la Clínica de la Universidad de Los Andes y las clínicas de Bupa. Ya consolidado, llamó a un amigo con quien siempre habían tenido la idea de ser socios: Felipe Rodríguez.
También ingeniero, Rodríguez fue uno de los primeros empleados de Mach, cuando el banco digital del BCI no tenía clientes. Alcanzados los 3 millones de clientes, Rodríguez renunció y emprendió: fundó Divisso, una plataforma de inversión que facilita la compra de propiedades. Pasaron por Platanus Ventures, pero no tuvo la tracción necesaria para seguir operando. En junio de 2024 se sumó como socio de Allende y CTO de la fintech.
Desde entonces, Finapsys ha seguido creciendo. Hoy trabajan 14 personas y tienen más de 20 clientes. Aseguran que resuelven el dolor de las clínicas.
El fundador cuenta como anécdota que uno de sus primeros clientes ya tenía un software interno para realizar esta tarea. “Pero los que lo usaban se reían, decían que el robot viajaba en bus por lo lento que funcionaba”, recuerda.
En total han levantado cerca de US$ 400 mil, con inversionistas como Sebastián Kreis (Xepelin), Antonia Rojas (Attom Capital) y Santiago Lira (Buk). Trabajan con las clínicas más grandes de Chile y con tres compañías de seguros. Hoy procesan más de US$ 90 millones al mes y han gestionado cuentas por más de US$ 1,4 mil millones.
Sobre el desempeño de su plataforma, Allende asegura que han acelerado el cobro de cuentas hasta 20 días y las clínicas han liberado más de 30 horas hombre en los procesos. Están creciendo un 10% mensual.
Aunque Finapsys opera desde Santiago, Stanford sigue presente. Allende mantiene contacto con sus exprofesores. Hace un mes tuvo una videollamada con Irving Grousbeck, su mentor. “Solo esa conversación vale el MBA”, dice.