El expediente privado de Gloria Ana Chevesich
Asumirá en enero la presidencia de la Suprema con un respaldo unánime y una misión: sacar al Poder Judicial de su crisis de confianza más profunda.
Por: Mateo Navas
Publicado: Sábado 20 de diciembre de 2025 a las 21:00 hrs.
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El próximo martes 6 de enero, cuando Gloria Ana Chevesich Ruiz asuma la presidencia de la Corte Suprema, le faltarán sólo seis meses para cumplir cuatro décadas en el Poder Judicial. Ingresó en junio de 1986, con 27 años; y en tres semanas más será la primera mujer elegida por sus pares para encabezar el máximo tribunal en más de 200 años, un hito que la situará como una de las principales autoridades del país. Su misión no es menor: deberá liderar la Corte y el Poder Judicial en el momento más frágil de su historia reciente, marcada por ministros destituidos, acusaciones constitucionales y una confianza pública que toca fondo.
La propia ministra abordó el escenario tras ser oficializada por el actual timonel, Ricardo Blanco. Frente a un micrófono, apuntó sin rodeos a los casos que han sacudido al Palacio de Tribunales: “Estamos viviendo momentos muy complejos”, empezó diciendo. “Sin embargo, estimo que la forma de superarlos es actuando con transparencia, pleno respeto de las normas constitucionales y legales que regulan nuestro actuar y teniendo una vida pública y privada que dé cuenta de que acatamos los principios éticos que nos rigen”.
Chevesich -67 años, viuda, dos hijas- tiene una trayectoria que en los pasillos de tribunales definen como de “ascensor”. El término describe esas carreras que arrancan relatando en la Corte de Apelaciones -primero como interina, luego como titular-, suben a relatar a la Suprema, bajan nuevamente como ministros de Apelaciones y finalmente ascienden a la cúspide. Esa fue, paso a paso -y prácticamente sin desvíos, sólo combinándolo con tareas alternativas, como la vocería de la Suprema en pandemia-, la ruta de Chevesich.
Esta semana confirmó su llegada al último piso. Liderará la corporación durante el bienio 2026-2027 tras una decisión unánime y dejando en el camino a la otra candidata, María Angélica Repetto.
Círculo íntimo
Fue, dicen personas de su entorno, siempre matea. Gloria Ana Chevesich estudió en el colegio Sagrada Familia de Estación Central. Egresó con honores y en 1977 entró a Derecho en la Universidad de Chile, el mismo año en que su padre murió. Al igual que en el colegio, destacó por sus buenas calificaciones, dicen compañeros de carrera. Ahí, en la facultad, conoció a quien sería su pareja por más de 25 años: Andrés de la Maza. Pololearon dos años y después, en 1979, se casaron.
De la Maza era un personaje singular: penalista, jugador de tenis y socio del Stade Francés, era seguidor de la filosofía oriental, practicaba el tarot, era vegetariano y masón. También fue dirigente de la Federación Chilena de Boxeo, militó en el MIR en su juventud y fue instructor de tai chi. Falleció en 2004 producto de un cáncer cerebral.
Chevesich y De la Maza eran muy cercanos y, según muchos, debido a su bagaje cultural, él la “desordenó” positivamente. Ella era alguien de estudio, y el perfil de Andrés hizo que ella ampliara su mundo.
A pesar de su muerte hace más de 20 años, siempre ha estado presente en su vida. Tanto, que en agosto de 2013, cuando Chevesich juró al llegar a la Suprema, dijo: “(Pienso) en mi familia, en mi marido fallecido que le hubiera encantado estar aquí. Hoy estoy acompañada de un excelente hombre, el ministro (Carlos) Gajardo”.
Con De la Maza tuvieron dos hijas: Francisca, también abogada de la Chile, y Josefina, doctora en Historia y crítica de Arte. Un cercano dice que se “repartieron” la herencia de los padres: Francisca es una “mini Gloria Ana”, que incluso llegó a relatar en la Corte de Apelaciones; y Josefina, la mayor, heredó el gusto por el arte de su papá.
El juramento de su hija
Gloria Ana Chevesich cultiva el bajo perfil. Es de un círculo pequeño, reservada, metódica. Quienes han compartido con ella describen su apego al trabajo y un estilo “conservador”: aplica al pie de la letra la norma, evitando interpretaciones. Algunos dicen que su trato es seco al inicio, pero coinciden en que es cálida y respetuosa en las distancias cortas. En lo laboral no se desvía del léxico jurídico. Una de sus muletillas, explica un excolaborador, es “menester”, término que utiliza para hacer hincapié. De hecho, tras ser elegida presidenta de la Suprema, repitió esa palabra por lo menos tres veces en su primera alocución.
Su rigor llega incluso a su propio nombre: a veces corrige a quien pronuncia su apellido con la “Ch” chilena tradicional, aclarando que la pronunciación correcta es “Quevesich”.
Es alguien que personifica la tradición. Sus pares la ubican en el ala que defiende los ritos y las formas en el Poder Judicial. Una prueba de ello la dio esta semana: aclaró que su nombramiento como la primera mujer presidenta elegida por el pleno no obedeció a cuotas de género, sino a la regla no escrita de respetar la antigüedad.
Fuera de tribunales sus gustos son clásicos: literatura, deporte y, antes, cuando la agenda lo permitía, ópera o conciertos en el Municipal. Prefiere la comida sana. Su gran vía de escape es viajar. Solía realizar travesías con sus hijas a distintas latitudes, incluido Egipto. Otra afición, conocida en los pasillos de tribunales, es la moda. Cuando viajaba, aprovechaba de comprar vestuario para renovar su armario. En su época de relatora, explica un antiguo funcionario, destacaba por sus atuendos. Era, por lejos, la “regalona” de los ministros del máximo tribunal.
Un cercano ilustra su discreción con una escena del 13 de noviembre de 2007, cuando su hija Francisca juraba como abogada. Chevesich, que entonces era una de las ministras de la Corte de Apelaciones más visibles del país por la investigación del caso MOP-Gate, llegó a la Corte Suprema para perderse entre los cientos de padres que veían la ceremonia. Iba a ubicarse como una ciudadana más, hasta que una autoridad de la Corte la reconoció y la hizo pasar al sector de los ministros.
Otro episodio que retrata su temple ocurrió meses antes, en marzo de ese mismo año. En la tarde del Día del Joven Combatiente, su vehículo quedó atrapado en pleno centro de Santiago. Una turba rodeó el auto y lanzó piedras y escupitajos. La magistrada mantuvo la calma: cerró los ojos y se quedó inmóvil hasta que Carabineros dispersó a los manifestantes. Al llegar a su casa denunció el hecho a Investigaciones.
“Sin comentarios”
Como todo supremo, Chevesich tiene redes. Pero no siempre las tuvo. Para cambiar eso, el caso MOP-Gate la ayudó. No sólo por la vitrina, sino también porque -argumentan algunos- derribó su visión de derecho idealista. “Fue muy duro”, dicen en su entorno, pero también una escuela. Ahí se enfrentó al Ejecutivo, al presidente Lagos y a distintas fuerzas dentro del Poder Judicial.
El MOP-Gate también la ayudó a salir de su zona de confort. Un excolaborador dice que para perfeccionar sus debilidades de manejo político, tomó un curso de comunicación estratégica en Tironi.
Hoy, dicen entendidos, una de sus aliadas más estrechas es la ministra Andrea Muñoz, a quien conoce desde la Universidad de Chile y con quien ha formado dupla en la Cuarta Sala. Ambas representan, coinciden varios, el ala “dura” de esa instancia. De hecho, en los pasillos del Palacio de Tribunales circula un apodo para el dúo: las “hermanastras”. También ha sido cercana a Ricardo Blanco, actual timonel del máximo tribunal. Además ha tenido vínculos estrechos con el ministro de la Suprema Mauricio Silva.
En política es más ambigua. Como jueza de carrera, no tiene historial de militancia. Ese es un contraste con los supremos que aterrizan mediante cupos externos -como la destituida Ángela Vivanco, quien incluso fue candidata a diputada- y traen mochilas partidistas. Aunque en el ambiente legal muchos la sitúan en el centro político, cercano a la vieja DC (le gustaba la gestión de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, por ejemplo), la centroizquierda la resistió durante años. Las razones eran, por lo menos, dos.
Primero, las esquirlas del caso MOP-Gate, que dejó herida a la Concertación luego de que ella intentara por años citar a declarar a Ricardo Lagos y desnudara el financiamiento irregular de la política.
Segundo, un fallo que indignó al mundo de los derechos humanos: la aplicación de la atenuante de “irreprochable conducta anterior” al exdirector de la DINA, Manuel Contreras. Sin embargo, ella nunca había aplicado amnistía en casos de violaciones a los DDHH, ni la prescripción, como sí lo hicieron ministros nombrados anteriormente.
Ese historial explica por qué tuvo que ser el primer gobierno de Sebastián Piñera el que finalmente la nominara a la Suprema en 2013.
En un libro de la periodista Paula Escobar, se le pregunta al exPresidente Ricardo Lagos su opinión sobre el ascenso de Chevesich al máximo tribunal. La respuesta del exmandatario fue, relata la publicación, con molestia: “Sin comentarios”.
La vara ética
Aparte del bajo perfil, el otro sello de Chevesich es la obsesión por “ser y parecer” ética. Quienes la conocen aseguran que busca blindarse ante cualquier flanco, postura que explica su actitud implacable frente a los recientes escándalos de tráfico de influencias. En los pasillos de tribunales aseguran que ese rigor fue, precisamente, el motivo por el cual el destituido ministro Antonio Ulloa hizo campaña activa por María Angélica Repetto: temía la mano dura de la nueva presidenta.
Este estilo lo forjó en el caso MOP-Gate, la indagatoria que le valió el apodo de “La jueza de hierro” o “La señora MOP”, como la bautizó el entonces ministro de Justicia, Luis Bates. En ese contexto, por ejemplo, envió una carta acusando presiones de distintos actores, incluido un episodio con el entonces presidente de la Suprema, Marcos Libedinsky -con quien era muy cercana, incluso fue su ayudante en la universidad-, quien le habría pedido no citar a declarar al Presidente Ricardo Lagos.
Ese estándar de transparencia es de larga data. Años atrás, cuando inició su relación sentimental con el ministro Carlos Gajardo, ambos decidieron informar el vínculo, pese a que la inhabilidad legal sólo regía para matrimonios.
Su obsesión por la transparencia también se refleja en su declaración de intereses. En la más reciente, de diciembre de 2025, detalla todas las posibles inhabilidades. Además de su hija abogada y parientes, despliega una larga lista de entidades para evitar conflictos: UAI (donde cursó un magíster), Universidad de Chile, AFP Modelo, Seguros Zurich, BancoEstado, Seguros Liberty, AFP Capital, Isapre Banmédica, Banco Santander, Chilena Consolidada, Cencosud y Bci, entre otras.
Ese estilo quedó plasmado el 11 de septiembre de 2024, durante el interrogatorio de la Comisión de Ética a Ángela Vivanco. Ahí Chevesich arrinconó a su par por sus cenas privadas con litigantes. Cuando Vivanco intentó justificar una comida argumentando que era una reunión social, Chevesich fue tajante: “Es complejo que (un litigante) vaya a la casa de una ministra”. Y ante la insistencia de Vivanco, la hoy presidenta electa de la Corte Suprema remató: “Yo me cuestionaría entrar a conocer una causa (si un abogado va a mi casa), porque precisamente se presta para lo que está pasando”.
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