Rol del regulador: Discrecionalidad y reglas claras
Ernesto Ríos Director de Regulación Financiera en PwC Chile
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El caso de la ex superintendenta de Pensiones Tamara Agnic ha generado un interesante debate sobre el rol del regulador y lo que la comunidad espera de él. Su salida, bastante mediática, y las razones que ella misma ha expuesto para defender su actuación, la han sometido al escrutinio público en cuanto a si tuvo o no un buen desempeño en el caso de la fusión de las AFP. En este contexto, las críticas y defensas dejan entrever, en mi opinión, dos visiones opuestas de lo que debe ser el rol del regulador.
Por un lado, hay una visión de un regulador que tiene un mandato u objetivo superior por el cual debe velar, y su actuación está enfocada al cumplimiento de dicho mandato. En estos casos, la actuación del regulador y su labor de supervisión está basada en principios, con bastantes grados de subjetividad en su aplicación, más que en reglas claras y precisas. El regulador, en este enfoque, no se limita a aplicar en forma “inocua” la letra de la normativa, sino que la interpreta y aplica buscando que el espíritu de la norma y su mandato se cumplan. Por otro lado, está el enfoque del regulador que se limita a verificar el cumplimiento de las leyes y normas, en la forma más objetiva posible, buscando expresamente evitar que éste tenga mucho espacio para la discrecionalidad en sus decisiones. En este enfoque, se prioriza el que los supervisados estén sujetos a reglas claras y estables y no sometidos al criterio del regulador de turno.
¿Cuál enfoque es mejor? Como en la mayoría de los casos, hay pros y contras de cada uno y la solución parece ir más bien por buscar un balance entre reglas claras y la necesaria flexibilidad del regulador para aplicarlas velando por un objetivo superior. No obstante, si uno observa la tendencia a nivel internacional, llega a la conclusión que los modelos regulatorios cada vez descansan más en objetivos generales y en principios, y menos en enfoques estrictos de cumplimiento de normas. En cierta forma se ha aceptado que una regulación moderna no puede tener al regulador atado a reglas rígidas y que el logro de los objetivos de la supervisión requiere otorgar mayor espacio a la aplicación del juicio en su actuación, en especial considerando un mundo cada vez más complejo y dinámico.
Si esta parece ser la línea a seguir, ¿cómo mitigar el riesgo de la excesiva discrecionalidad? La respuesta va por el fortalecimiento de la independencia y el gobierno corporativo de los organismos reguladores, algo que ya se propuso para la SVS (proyecto actualmente en el Congreso) y para la SBIF (por el grupo de trabajo que propuso cambios a la LGB), y que probablemente, luego de este lamentable episodio, también se extenderá a la Superintendencia de Pensiones.