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Columnistas

Chile a la distancia

José Antonio Viera-Gallo Embajador de Chile en Argentina

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 22 de octubre de 2015 a las 04:00 hrs.

Como esos cuadros impresionistas o modernos que para captar su diseño el espectador debe alejarse de la pintura, así también sucede con los países. Para entender lo que realmente ocurre y no ser presa de los torbellinos propios de la vida cotidiana, suele ser recomendable salir de las fronteras. Así resulta más simple distinguir lo importante de lo pasajero.

Mirado desde la distancia Chile aparece como un país latinoamericano de tamaña medio, serio, con un claro esquema de desarrollo, que le permite progresar económica y socialmente. La reciente adhesión al TPP confirma lo señalado. Chile tiene 24 tratados de libre comercio que regulan el 93% de las exportaciones y atrae una tasa significativa de inversión extranjera. Con la entrada en vigencia del TPP que comprende el 26% del comercio mundial, Chile tendrá un mejor acceso a los mercados, especialmente para ciertos productos agrícolas y servicios. Además participará en la discusión de las reglas del comercio del futuro.

Tenemos una economía abierta, sensible a los vaivenes de la globalización. La actual desaceleración china y la baja del precio de las materias primas nos afectan directamente. Por eso se han adoptado medidas apropiadas para hacer frente al temporal, tal como ocurrió con la crisis del 2008.

En la época actual estabilidad y seguridad no son sinónimos de inmovilismo. Al contrario, hay que adelantarse a los desafíos futuros. Este es tal vez nuestro punto más débil. Carecemos de estudios prospectivos y no existe ninguna institución pública o privada de prestigio cuya misión sea otear el horizonte. Nuestro desarrollo científico y tecnológico es pobre, lo que redunda en falta de productividad.

Por imprevisores, somos más vulnerables. No advertimos a tiempo los cambios que debemos hacer. Ni en la economía, ni en el campo social, ni en el sistema político. Algunas de esas reformas se atrasan por años. Pienso en la descentralización, por ejemplo.

Debiéramos ser más creativos y audaces. No podemos dormir en los laureles. Gran parte de los malestares que atraviesan a la sociedad provienen de esa sensación de precariedad tan propia de quien sabe que debe emprender el viaje y no prepara el equipaje. Pese a nuestra apertura a la globalización, somos un país bastante auto referente y ensimismado, que nos cuesta entender la región en que vivimos. Vivimos en un péndulo que oscila entre la euforia y la depresión.

Las encuestas indican que los chilenos valoran su vida personal, y familiar, su trabajo y sus posibilidades de esparcimiento, pero desconfían y critican el ámbito público y las instituciones privadas y del Estado. Piensan erróneamente que su progreso como individuo se debe solo a su esfuerzo, sin reparar que habría sido infructuoso si no existieran reglas claras en el mercado y en la política. ¿No valoramos los equilibrios de la macroeconomía?

Es verdad que las malas prácticas de los últimos años han nublado el horizonte. Pero no debemos perder de vista la real dimensión del problema. Erraríamos si lo magnificamos hasta sostener que el país vive una crisis de legitimidad, como también si minimizáramos la amenaza de la corrupción. Chile cuenta con energías e instituciones capaces de reaccionar eficazmente. Tenemos un Poder Judicial independiente y una Fiscalía eficiente. El fuerte apego de los chilenos a la probidad y la legalidad son virtudes que debemos cuidar.

Más allá de los naturales debates de la democracia, debemos tomar conciencia del proyecto nacional que surgió con el retorno a la democracia y que ha permitido décadas de progreso. No para mirarnos en el espejo, sino para emprender con nuevos bríos el camino del crecimiento y de las reformas que hagan de Chile un país desarrollado e inclusivo.

En décadas pasadas demostramos que se podía, que no era una quimera anteponer el bien público a los legítimos intereses y visiones de cada cual. Todos fuimos realistas sin renunciar a nuestras convicciones, en el bien entendido que nadie tiene la llave del futuro. Hagámoslo una vez más.

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