Claudio Alvarado

Mentalidad de catedral

CLAUDIO ALVARADO R. Director ejecutivo IES

Por: Claudio Alvarado | Publicado: Miércoles 26 de mayo de 2021 a las 04:00 hrs.
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¿Qué hacer? Esa es la pregunta que angustia a la centroderecha y a la centroizquierda. Aunque la interrogante admite diversos niveles de análisis —desde el plano de las ideas hasta el trabajo territorial—, la primera tarea de las fuerzas políticas tradicionales es intentar comprender cómo llegaron al desfonde actual.

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Esto suele decirse con la misma frecuencia que, en los hechos, tiende a ignorarse. Basta recordar cuántos dirigentes de la antigua Concertación han reconocido pública y privadamente que nunca hicieron el inventario de su decadencia. Por cierto, no se trata de un asunto teórico, sino más bien de observación.

En efecto, quienes condujeron con éxito al país luego del retorno a la democracia sencillamente dejaron de entender a la sociedad chilena y, por tanto, su misión primordial es volver a mirarla. Hay al menos dos insumos a la mano para emprender ese ejercicio. En primer lugar, los trabajos que vienen escrutando a la ciudadanía de manera novedosa, poniendo en diálogo los sueños, esperanzas y temores de los distintos estratos sociales. Pienso, por ejemplo, en “Tenemos que hablar de Chile”, proyecto impulsado por las universidades Católica y de Chile, cuyos hallazgos parecieran ser consistentes con las señales aparentemente contradictorias del electorado (triunfo categórico de Bachelet, frustrante primera vuelta de Piñera, victoria histórica en el balotaje, y así).

Dichos hallazgos sugieren que las personas aspiran a un cambio muy profundo, pero sin una orientación ideológica determinada a priori. En síntesis, se aspira a un “reseteo” del sistema que permita superar la fragilidad y el agobio de la vida cotidiana, pero siempre dentro de la institucionalidad y cuidando los avances que las personas han experimentado durante las últimas décadas. El desafío de los actores políticos es encarnar y hacer creíble —desde sus respectivos idearios— su propósito de conducir aquel cambio. Pareciera ser el único modo de hablarle al país que efectivamente existe y no a uno imaginario.

En la misma línea, los partidos tradicionales cuentan con otro insumo muy valioso para reflexionar sobre las causas de este momento político: la experiencia en terreno de sus candidatos, tanto victoriosos como derrotados. Hablar con ellos ilustra muy bien algunos motivos del fracaso electoral.

En el caso particular de la centroderecha, con quienes he podido conversar reiteran factores como el masivo descrédito del Gobierno y el impacto de la polémica en torno a los retiros previsionales —en muchos lugares ser oficialista era un lastre—; la identificación de la derecha en el imaginario colectivo con el bloqueo de los cambios; y la frustración ante las promesas incumplidas en materias prioritarias, como la delincuencia y el desempleo. Es obvio que la pandemia hizo todo más difícil, pero también que varios de estos problemas son de larga data.

La solución, por supuesto, también lo será. Cuando visitó Chile hace un par de años, el destacado intelectual norteamericano Patrick Deneen no sólo explicó su visión del momento populista global: el orden liberal de las últimas décadas habría erosionado las bases de la vida común, llevando a la ciudadanía a buscar aparentes remedios, muchas veces peores que la enfermedad. Deneen, además, advirtió que la reconstrucción del orden político sería lenta y difícil, por lo que resulta indispensable trabajar con mentalidad de largo plazo. En sus palabras, tal como si estuviéramos construyendo una catedral.

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