Corredores, pieza clave en mejora del transporte público
Carlos Cruz Secretario ejecutivo Consejo de Políticas de Infraestructura
Los esfuerzos por dotar a Santiago de mejores servicios de transporte poco a poco se comienzan a concretar. Hace pocos días se anunció la licitación de las nuevas concesiones para el Transantiago, lo cual favorecerá con buses de mejor calidad a más de 4 millones de pasajeros diarios. Los nuevos contratos debieran adjudicarse durante el primer trimestre del próximo año. De igual forma, se anunció recientemente la inauguración de la Línea 6 del Metro, la que acortará los tiempos de viaje entre Cerrillos y Providencia en casi 30 minutos, beneficiando a más de 1 millón de usuarios diarios.
Éstas, que sin lugar a dudas son noticias muy valoradas por la comunidad, se ven mediatizadas por la postergación de la entrada en funcionamiento del corredor exclusivo para el transporte público en Avenida Vicuña Mackenna. En efecto, tal como el Consejo de Políticas de Infraestructura lo ha sostenido en varias ocasiones, algunos de los factores que influyen en la calidad del transporte público de superficie en Santiago son la regularidad en las frecuencias de los servicios a los que pueden optar sus usuarios; el menoscabo al que se somete día a día a quienes deben esperar un bus en paraderos provisorios, que ya se han eternizado; la incertidumbre respecto de los tiempos de viaje; la inseguridad del servicio y la velocidad de desplazamiento, entre otros. Esto se expresa en una creciente validación social de la evasión, lo que al fisco le representa del orden de US$ 1.000 millones al año.
Asumiendo que la solución definitiva y permanente del transporte público de Santiago es contar con más Metro, que cubra buena parte de la superficie urbana, el transporte de superficie seguirá siendo fundamental. Por una parte, es a través de éste que se movilizarán los habitantes de la ciudad mientras se construye el Metro, lo cual puede tomar entre 10 y 15 años. Y, por otra parte, será siempre una necesidad para facilitar el acceso al Metro y para respaldar este servicio, que sabemos es vulnerable. Por lo tanto, no es posible pensar en una ciudad como Santiago sin transporte público de superficie.
En consecuencia, la validación del Transantiago es fundamental. Para ello es necesario corregir las deficiencias que ha mostrado en estos años. Esto no se consigue sólo con mejorar la “gestión” y la calidad de los buses, sino que hay que hacerse cargo de las restricciones de la malla vial con la que cuenta la ciudad.
La creciente incorporación al parque vehicular de automóviles nuevos aumentará la competencia por usar los espacios disponibles, limitando las preferencias que el transporte público debiera tener. En este sentido, los corredores exclusivos, los paraderos controlados y los centros de intercambio modal para pasajeros adquieren cada vez más importancia.
Para lograr una aceptación ciudadana del transporte público de superficie se requieren inversiones cuantiosas, las que se estiman en aproximadamente US$ 8,8 millones por kilómetro construido, más las expropiaciones. Dada la escasez de recursos públicos disponibles para este efecto, resulta atractivo recuperar la idea de invertir en corredores a través de la modalidad de concesiones. Esta opción puede ser hasta un buen “negocio” para el Estado, en tanto vaya acompañada de una significativa disminución de la evasión. El repago de esta inversión podría ser asumido por los propios usuarios del transporte público a través de la tarifa o por el Estado en forma de pagos diferidos, apostando a que un mejor servicio aumenta la disposición a pagar de parte de quienes lo utilizan.
Dadas las incertezas que una inversión así puede tener para el concesionario, la próxima entrada en vigencia del Fondo de Infraestructura podría facilitar el acceso a un financiamiento a ser reembolsado en el tiempo, asociándolo a la validación de los servicios prestados por parte de la comunidad. Lo que es necesario destacar es que no intervenir en infraestructura para el transporte público en Santiago y así asegurar un servicio de mejor calidad tiene costos altísimos para sus usuarios y éstos no pueden seguir esperando.
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