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Crisis de confianza

Hace dos años en Chile, el Ministerio Público tomó conocimiento...

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Hace dos años en Chile, el Ministerio Público tomó conocimiento de siete millones de denuncias, un poco menos de la mitad de su población.



El afán por pleitear es índice de crisis social. Cuando la confianza deja de presidir las relaciones sociales, intervienen abogados y jueces. Y la confianza se convierte en un “tema de actualidad”. Parece evidente que éste es el caso, en España y en Occidente en general. La crisis financiera y económica que sufrimos es, en buena medida, una crisis de confianza. Chile no les va a la zaga: a pesar de ser un país relativamente tranquilo y bien gestionado, los chilenos son más desconfiados que sus vecinos latinoamericanos.

¿Cómo generar confianza? ¿Cómo superar el divorcio que parece alejar de modo creciente a la ciudadanía de su clase política? ¿Cómo gestionar la reputación corporativa y los demás intangibles? ¿Cómo recuperar la confianza en la vida social, en la economía y en la política? 
Las recetas son tan sencillas de enunciar como difíciles de llevar a la práctica: autenticidad, coherencia. Los actores dignos de confianza son auténticos. No mienten, lo que no impide que en algunos casos no digan todo lo que saben. Son coherentes. Cumplen lo que prometen y, si no pueden hacerlo, explican las razones. La gente sabe hacerse cargo de las circunstancias que pueden producir crisis imprevistas. Esos actores no tienen reparo en admitir sus errores y en pedir perdón. Hacerlo así no disminuye su prestigio, más bien al contrario: un jefe que se reconoce falible refuerza su liderazgo ante los subordinados.

En situaciones de conflicto, cuando la desconfianza bloquea el diálogo entre dos partes enfrentadas, ¿quién debería dar el primer paso y confiar en el otro? El más poderoso, que no tiene por qué ser el que está más arriba en la jerarquía social o en la cadena de mando. Hegel lo tematizó en su famosa dialéctica del amo y el esclavo: tantos amos que no sabrían dar un paso sin el auxilio del esclavo. En una economía cada vez más global, flexible y virtual, muchos empleados talentosos se vuelven imprescindibles para sus empresas, lo que no vale para los propios directivos.

Se trata de confiar, lo que con frecuencia se traduce en eliminar mecanismos de control, que no son en el fondo más que desconfianza institucionalizada. Quien confía puede parecer ingenuo y verse defraudado en ocasiones, pero quien no confía fracasará siempre, como político o como empresario.

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