Cuatro tareas para lograr un acuerdo proinversión
LUZ DIDIER SANTANDER Consejera Electiva de Sofofa
Enade generó un consenso inusual y promisorio. Desde la CPC, liderada por Susana Jiménez, hasta el ministro de Hacienda, Nicolás Grau, se coincidió en que la inversión es el único camino para sacar a Chile del estancamiento. Comparto esa tesis sin matices.
La OCDE afirma que el crecimiento sostenido es el pilar del bienestar social, financiando educación, salud y pensiones, multiplicando empleos y mitigando la pobreza. Países con altos estándares sociales los obtuvieron expandiendo su producto vía inversión, innovación y productividad, no al revés.
“Retomando la interrogante del ministro Grau: ¿qué Estado anhelan las empresas? Uno audaz, socio activo, no mero observador. Comprometido con resultados, plazos y métricas. Ágil, acompañando desde la presentación del proyecto hasta la exportación. Y articulador de actores”.
Chile lleva más de una década en letargo. Sin un impulso decidido a la formación de capital, el crecimiento permanecerá en torno a niveles mediocres. En esto no hay misterios, pues si demoramos la tramitación de proyectos, si diluimos las certezas y no aprovechamos oportunidades, asfixiamos nuestra economía.
De allí se desprenden cuatro tareas esenciales para el futuro de Chile, que darían concresión al “llamado a la acción” de Enade.
Primero, forjar consensos político-gremiales para dar estabilidad y visión a las reglas industriales. La certidumbre regulatoria y la excelencia institucional determinan el desembolso de capital por inversionistas. Chile requiere políticas públicas de alta calidad y perdurables, prescindiendo del populismo.
Segundo, renovar con ambición el modelo público-privado. Chile puede liderar una nueva ola de concesiones e inversiones en materias primas, puertos, ferrocarriles, transmisión eléctrica e infraestructura digital, entre otros.
Tercero, abrazar la innovación y la destrucción creativa. Gran parte del avance en productividad proviene de fomentar la adopción de tecnologías que desplacen procesos obsoletos y costosos.
Cuarto, alianzas público-privadas en capacidades para una transición justa. La movilidad laboral es la condición humanista de la productividad. Programas de reskilling/upskilling, formación técnico-profesional y seguros de desempleo bien diseñados permiten que el crecimiento coexista con la necesaria renovación de actividades de baja productividad sin dejar personas atrás.
Retomando la interrogante del ministro Grau: ¿qué Estado anhelan las empresas? Uno audaz, socio activo, no mero observador. Comprometido con resultados, plazos y métricas. Ágil, acompañando desde la presentación del proyecto hasta la exportación. Articulador de actores: reguladores, regiones, comunidades, proveedores, academia y financistas -alineando incentivos, erradicando cuellos de botella.
Ese Estado, emparejado con un sector privado que invierte, innova y compite, puede reactivar la productividad y sostener el progreso social.
No hay atajo: sin inversión no hay crecimiento; sin crecimiento no hay bienestar sostenible. El consenso es claro. Toca ahora convertirlo en políticas y proyectos concretos.