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¿Dónde están nuestros CEO activistas?

Claudio Ramírez Socio de Consiglieri

Por: Claudio Ramírez | Publicado: Miércoles 21 de agosto de 2019 a las 04:00 hrs.
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Claudio Ramírez

“Como CEO, necesito incorporar a todos mis stakeholders, no sólo a mis accionistas”. La cita es de Marc Benioff, CEO de la compañía de tecnología Salesforce, quien ha definido la maximización de los intereses de todos sus stakeholders (clientes, empleados, accionistas y la comunidad) como su principal objetivo y piedra basal de su filosofía corporativa.

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En mercados más desarrollados ha tomado fuerza un fenómeno: el llamado activismo corporativo. En donde, cada vez más, los más altos ejecutivos de las compañías (CEO) están hablando públicamente y tomando posiciones sobre distintas temáticas: sociales, políticas y ambientales, por nombrar algunas, e incorporando a todos sus grupos de interés en su día a día.

Algo a todas luces necesario, considerando las últimas crisis en nuestro país, donde se ha notado la ausencia de CEO con herramientas para involucrarse directa y públicamente con todos los actores vinculados a su negocio, lo que ha terminado poniendo en peligro a sus compañías y jugando en una verdadera ruleta rusa su licencia para operar.

Resulta incomprensible que, estando en 2019, aún haya empresas y ejecutivos que no entiendan que se pierden oportunidades importantes de reputación, de acercar, blindar y visibilizar a sus empresas, siendo más proactivos en su relacionamiento e incorporando a todos sus grupos de interés en su hoja de ruta. No sólo cuando hay una crisis, sino todos los días. Y sin olvidar, ni descuidar, que existe un mundo online, donde lo digital ofrece hoy grandes oportunidades, y sin intermediarios, para gestionar su reputación.

Es preocupante que mientras en otros países surgen explosivamente miradas y figuras como los CEO de Salesforce, Starbucks o Nike, quienes han desarrollado un perfil de ejecutivos líderes activistas, en nuestro país nos cueste mucho poder reconocer a alguno. Acá donde son mucho más reconocidos por desarrollar una carrera de “CEO inactivo”, esperando que las cosas pasen (o no pasen) e interviniendo muy poco, casi nada, en todo lo que afecte, o pudiese afectar, su propio devenir.

Que cambie esta tendencia sólo será posible si los ejecutivos se dan cuenta de que situaciones como las ocurridas hace poco en Osorno o Magallanes se podrían haber evitado si las principales cabezas estuvieran más conectadas con la realidad y con sus grupos de interés.

Y si entienden, de una vez por todas, que el silencio y la inacción no son rentables para nadie.

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