El desafío cultural del nuevo Gobierno
JUAN CARLOS EICHHOLZ Socio fundador de Adapsys y profesor UAI
Las grandes empresas del país, unas más y otras menos, están en procesos de transformación para enfrentar los cada vez más acelerados cambios en el entorno, impulsados sobre todo por las nuevas tecnologías. Sin embargo, no todas entienden que el aspecto más importante de esas transformaciones, y casi siempre el más difícil, es el cultural.
Se quiere ser más innovador, más digital, más ágil e integrar la inteligencia artificial. Todas las empresas están en eso. ¿Pero cuántas avanzan de verdad en empoderar a las personas, colaborar para romper los silos, aprender de los errores, valorar la discrepancia o priorizar siempre al cliente? Sin esto, que es cultural, lo demás queda en buenas intenciones.
“El cambio cultural que el país requiere para recuperar el dinamismo económico y viabilizar reformas es, ante todo, ideológico. Supone que la ciudadanía valore con mayor fuerza los principios propios de una economía abierta”.
Lo mismo es aplicable a nivel país, y ahí está el desafío más relevante para el nuevo Gobierno. ¿Se puede volver a crecer al 4% o 5% sin un cambio de mentalidad? Difícil. ¿Se puede hacer frente a la delincuencia, al narcotráfico y al crimen organizado aumentando el presupuesto de Carabineros y de la PDI, pero sin cambiar su forma de operar? No. ¿Se puede reducir el gasto fiscal, mejorar la efectividad de la administración pública y combatir la corrupción solo por ley o por decreto, sin que los funcionarios actúen con probidad, eficiencia y aprecio por el trabajo bien hecho? Imposible.
El cambio cultural que el país requiere para recuperar el dinamismo económico y viabilizar reformas de fondo es, ante todo, ideológico. En términos simples, supone que la ciudadanía valore con mayor fuerza los principios propios de una economía abierta —la iniciativa privada, la competencia, la responsabilidad individual— por sobre una confianza excesiva en la tutela estatal y en soluciones de corte igualitarista.
En el resto de los ámbitos, el cambio cultural poco tiene de ideológico y mucho de recomponer valores cívicos que orientan la conducta cotidiana: honestidad, austeridad, esfuerzo, compromiso, empatía, responsabilidad. Son valores que venían desdibujándose desde hace ya un tiempo, pero que en los últimos cuatro años han experimentado un retroceso notorio.
En su poca grandilocuente alocución como Presidente electo –más cercana a un sermón que a un discurso político–, Kast no enfatizó lo ideológico, sino esos valores básicos que sostienen la vida cívica: humildad, trabajo, esfuerzo, respeto, inclusión y la disposición a enfrentar dificultades con energía y paciencia. Y el querer vivir en La Moneda, ocupando solo un par de piezas, sin redecorar, comiendo en el casino y haciendo él mismo la cama son símbolos que refuerzan ese mensaje.
Kast parece tener una clara conciencia de que los objetivos que se ha trazado para su administración pasan por un cambio cultural, a nivel de mentalidad y también de comportamientos, y que llevarlos adelante comienza por resaltarlos en su narrativa y modelarlos en su actuar.
El gran desafío para instalar ese cambio de mentalidad es la convicción, es decir, que sus ideas sean compartidas y promovidas por una mayoría política. Y el gran desafío para instalar ese cambio de comportamientos es la coherencia, es decir, que quienes entren al nuevo Gobierno practiquen lo que Kast predica.
Si eso no ocurre, pasará lo mismo que en muchas empresas: se quiere ser ágil, pero las decisiones tienen que pasar por el gerente general; o se quiere innovar, pero se castigan los errores. No hay malas intenciones, pero tampoco convicción ni coherencia.
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