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En busca del nacionalismo liberal

Gideon Rachman © 2019 The Financial Times Ltd.

Por: Gideon Rachman | Publicado: Viernes 20 de diciembre de 2019 a las 04:00 hrs.
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Gideon Rachman

La cuestión de si Boris Johnson y los partidarios del Brexit pueden, de alguna manera, afirmar ser “liberales” es más que un interés académico: tiene importancia internacional. La votación del Brexit en 2016 fue el comienzo de un doble golpe al internacionalismo liberal, que había sido defendido por la UE y la administración Obama. El primer golpe fue el voto del Brexit, seguido poco después por la elección de Donald Trump como Presidente de EEUU.

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La marea nacionalista está fluyendo con la misma fuerza fuera del Occidente. La promesa del presidente Xi Jinping de un “gran rejuvenecimiento” del pueblo chino es su versión del compromiso de Trump de “Hacer a EEUU grande de nuevo”. En Rusia, la retórica presidencial de Vladimir Putin habla de hacer que Rusia sea grande de nuevo; lo mismo sucede en India, donde el primer ministro Narendra Modi está prometiendo un renacimiento cultural y nacional.

Por otro lado, muchos liberales estarían de acuerdo en que el nacionalismo es su enemigo. El énfasis de los nacionalistas en los intereses de un grupo étnico o religioso dominante a menudo se produce a expensas de los derechos individuales y minoritarios que son apreciados por los liberales tradicionales. El último ejemplo de esta tendencia se produjo en India, donde el gobierno del Sr. Modi acaba de aprobar una ley sobre los derechos de los refugiados que discrimina contra los musulmanes en favor de los no musulmanes. El furor causado por la ley ahora ha provocado disturbios en Delhi y en otros lugares.

Visto desde la perspectiva de hoy, parece claro que el liberalismo y el nacionalismo son enemigos. Pero ése no siempre fue el caso. Tan recientemente como en 1989, el liberalismo y el nacionalismo se aliaron para provocar el colapso del imperio soviético. En países como Polonia y Hungría, el reclamo de la autodeterminación nacional estaba estrechamente vinculado a las demandas de libertades liberales.

Treinta años después, algunos de los nuevos gobiernos nacionalistas en Europa central ahora ven al liberalismo como el enemigo de la autodeterminación nacional. Esto se debe en parte a que el internacionalismo liberal ha intentado integrar algunas de sus ideas centrales en las leyes y convenciones internacionales; por ejemplo, los derechos de los refugiados, la independencia de los tribunales o la libertad de comerciar e invertir.

Muchos continuarán pensando que la afirmación del primer ministro Johnson de ser un liberal es manifiestamente falsa o delirante. Pero ahora tiene cinco años en el gobierno para justificar su reclamo. Hasta ahora, las señales son confusas. En el escenario internacional, su historial no sugiere que tenga la intención de alinearse plenamente con la nueva agenda nacionalista. Por ejemplo, ha adoptado posturas “liberales” sobre el clima y la Organización Mundial del Comercio, que apoya tratados e instituciones internacionales. En casa, sin embargo, los secuaces de Johnson están hablando de forma preocupante sobre controlar más a la BBC y los tribunales.

Pero nada está escrito todavía. Johnson tiene la oportunidad de demostrar que el nacionalismo liberal no tiene que ser un contrasentido. Esperemos que la aproveche.

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