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Fraude corporativo: ¿quiénes lo cometen, por qué y por qué importa?

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Una de las más exitosas metodologías de reducción del delito desarrollada en los últimos 30 años es la “prevención situacional”. En su versión simple, consiste en la idea de que en cierto tipo de delitos la decisión de delinquir está esencialmente determinada por un análisis costo-beneficio, construido sobre la base de factores directos, inmediatos y específicos a cada delito. La intervención exitosa de dichos elementos altera este análisis costo-beneficio e inhibe la comisión del delito.

La prevención situacional funciona de manera sumamente significativa, a condición de que se trate de delitos cuya comisión está fuertemente asentada en sujetos criminalmente indecisos y cuya decisión delictual es en definitiva decidida o presionada por este análisis costo beneficio.

El más paradigmático de ellos es el llamado “delito de oportunidad”. Y, todas las cifras gritan ese carácter -de oportunidad- para el fraude corporativo, como en ninguna otra tipología de delitos conocida:
-Aproximadamente 90% de las empresas reporta haber sido víctima de fraude en últimos 12 meses, 85% de ellas en más de una ocasión.

-Hasta 85% de ellos son cometidos por empleados de la propia empresa, con o sin colusión externa. 42% los empleados de base; 38% los gerente intermedios; y 18% los dueños o ejecutivos.

-87% de los perpetradores tenía una antigüedad en la empresa superior a 3 años; 51% superior a 6; y 1 de cada 5, superior a 10. Menos de 8% de ellos tenía antecedente alguno en su historial que hubiere podido sugerir que cometería el fraude.

-El tiempo promedio entre la concepción del fraude y su ejecución es de 18 meses. En ese intervalo, 81% de los empleados presentó al menos 1 “red flags” (conductas de alerta), de las aproximadamente 50 hoy conocidas y descritas. Y la razón es simple: nada de lo dicho es realmente conocido en Chile. Mucho menos aplicado en la construcción de soluciones eficaces para prevenir y controlar el fraude corporativo.

-Pero, al parecer no había nadie mirando, pues 74% de los empleados estaba involucrado al menos en dos fraudes simultáneamente (dentro de la empresa); 25% hasta 5 fraudes simultáneos; y, 10% en 10 o más.

Como se ve, no estamos hablando de delincuentes profesionales, ni siquiera, probablemente, de sujetos que siquiera sospecharon que cometerían el fraude cuando ingresaron en la empresa. Una vez adentro, adquirieron conocimiento que forjó oportunidades y socializaron un ambiente ético que proveyó la posibilidad de racionalización. De ahí la importancia de las cifras de antigüedad de los perpetradores, y las de duración de la planificación del fraude: la estructura de la compañía provee aprendizaje, y socialización.

De aquí surge el hoy conocido “Triángulo del Fraude”: la más sustantiva porción de fraudes internos depende de la concurrencia de tres circunstancias: 1) Presión; 2) Oportunidad; 3) Racionalización.

“Prevención situacional”; “Estructura de la Oportunidad Delictual”; y, “Triángulo del Fraude”. De aquí nacen y cobran importancia las medidas antifraude o de compliance que hemos visto florecer el último tiempo: realizados al servicio de ellos, su eficacia tiene un potencial enorme; fuera de ella, no son más que una bala sin pistola.

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