Chile no compite por más tecnología (sino por usarla mejor)
GINA OCQUETEAU EMPRENDEDORA
La conversación pública sobre inteligencia artificial suele concentrarse en la magnitud: cuántos datos será posible automatizar, a qué velocidad, cuántos empleos se transformarán o cuántos programas de capacitación deberán actualizarse. Sin embargo, la pregunta de fondo para Chile no es esa. El cuestionamiento debería ser: ¿dónde está nuestra ventaja competitiva en un mundo donde la tecnología es accesible para todos? Y más importante aún: ¿qué liderazgos son necesarios para destacar?
No superaremos a Estados Unidos o China en volumen de datos, inversión en infraestructura o escalamiento de modelos. Esa carrera está determinada por escala, desarrollo económico e integración militar-industrial. Pero sí podemos competir en algo más decisivo: la capacidad de integrar tecnología con criterio humano, madurez organizacional y propósito compartido.
“La La innovación no es solo instalar software, sino elevar las capacidades humanas para interpretarlo y dirigirlo hacia objetivos concretos”.
En un entorno donde la IA puede producir respuestas rápidas, lo que distingue a una institución es la calidad del juicio. La tecnología procesa, pero son las personas las que deciden qué hacer con esa información. La verdadera transformación ocurre cuando la organización aprende a pensar de otra manera. Eso exige un liderazgo capaz de sostener conversaciones difíciles, de entender que la innovación no es solo instalar software, sino elevar las capacidades humanas para interpretarlo y dirigirlo hacia objetivos concretos.
La IA nos obliga a evolucionar desde la gestión basada en certezas hacia la conducción en contextos inciertos. Aquí lo que pesa es la capacidad de darle sentido a los datos y traducirlos en decisiones que generen impacto real. Un buen ejemplo es lo que ocurre en el mercado de materias primas como el cobre o el litio. Las innovaciones tecnológicas no son la parte más compleja, lo desafiante es la transformación humana que las sostiene: la colaboración transversal, la confianza entre áreas, la disposición a cambiar hábitos y estructuras heredadas. La tecnología habilita, pero el cambio real lo producen las personas que deciden avanzar juntas.
Si intentamos reproducir modelos ajenos sin criterio, perderemos. Pero si reconocemos y cultivamos nuestro diferencial, podemos resaltar. En este contexto, el reskilling y el aprendizaje continuo son fundamentales porque el conocimiento ya no es algo estático: las competencias tienen fecha de caducidad, y aprender de manera permanente es la única manera de sostener la empleabilidad.
El nuevo liderazgo en la era de la IA se basa en la capacidad de inspirar, escuchar y conectar. Liderar exige tres competencias esenciales: visión, para anticipar el cambio; gestión emocional, para acompañar a las personas en la incertidumbre; y colaboración, para construir soluciones colectivas. El líder del futuro será quien sepa formular las preguntas correctas y empoderar a su equipo para encontrarlas
No necesitamos ser el país que produce más tecnología, pero sí podemos ser el país que la usa con mayor conciencia y propósito. La IA expandirá capacidades, pero el sentido -el para qué, el cómo, el hasta dónde- seguirá siendo una decisión humana. Ese es el modo chileno de innovar: con conciencia del otro, con responsabilidad y con la mirada puesta en construir algo que nos beneficie a todos.
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