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Hola volatilidad

Dalibor Eterovic

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Después de presenciar sin parar y con café en mano cuatro días de presentaciones en Washington, durante las reuniones anuales del FMI y del Banco Mundial –donde participan autoridades económicas internacionales, banqueros centrales, ministros y destacados inversionistas internacionales- creo que el mensaje clave es que viene mayor volatilidad y no es todo por el ébola. Tres son las principales razones que explicarían esto.

Primero, en el corto plazo hay dudas sobre la capacidad de EEUU para desacoplarse del resto de mundo. La economía norteamericana se ha transformado en la única fuente de sorpresas macroeconómicas positivas, mientras Europa se desacelera rápidamente, esta vez liderada por los países núcleo (Francia y Alemania). En tanto, en China los últimos datos han sido decepcionantes y las autoridades económicas seguirían priorizando sus reformas estructurales y el rebalanceo desde crecimiento basado en inversión a uno en consumo, incluso a costa de una menor expansión en el corto plazo. Por su parte, los países emergentes continúan mostrando un pobre desempeño al seguir afectados por una actividad global aún débil, menores términos de intercambio y restricciones estructurales al crecimiento.

Segundo, en el mediano plazo existe un temor bien fundado de que el bajo crecimiento cíclico de los últimos años se esté transformando en algo permanente. Para el mundo desarrollado el riesgo es experimentar estancamiento secular, ya sea por menor productividad tecnológica (fenómeno propuesto por el economista Alvin Hansen en los años 30) o a una disminución estructural en la tolerancia al riesgo (tesis destacada por Larry Summers). Ambos fenómenos generarían niveles más bajos de inversión y de tasas de interés por un tiempo prolongado. Para los mercados emergentes, el riesgo es distinto y enfocado en factores de oferta tradicionales. Durante el período muy favorable de precios de commodities y términos de intercambio, el buen desempeño de esos años enmascaró ineficiencias económicas y restricciones a la oferta asociados con mercados del trabajo inflexibles, baja productividad y sistemas financieros poco líquidos.

Finalmente, el tercer mensaje es un llamado a no subestimar los riesgos globales incorporados en los precios de los activos financieros. Bajísimas tasas de interés, muy necesarias para estimular la economía global, generan una búsqueda de mayor rentabilidad. En la medida que se perciba que los bancos centrales inyectarán liquidez cada vez que haya retornos negativos, los riesgos de invertir en mercados financieros se tornan asimétricos. Además están los riesgos que tienen efectos no cuantificables, donde destacan la situación geopolítica en Medio Oriente y Rusia, y la evolución de la crisis de salud producto del ébola. Todos estos son de altísimo impacto, aunque por el momento de baja probabilidad de ocurrencia.

En conclusión, el período de baja volatilidad financiera que hemos observado durante los últimos meses habría llegado a su fin. Para Chile, el mensaje es a no esperar demasiado de la economía global para salir de la desaceleración, ya que este repunte está lejos de ser cosa cierta.

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