Integración CMF y SBIF: ¿fin o inicio del camino?
Jorge Cayazzo Socio de Deloitte y ex Intendente SBIF
- T+
- T-
Jorge Cayazzo
La integración de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) y la nueva Comisión para el Mercado Financiero (CMF) es sin duda el cambio más importante en la institucionalidad del sistema financiero de los últimos 30 años. Cuando el proyecto de integración se presentó hace dos años, muchos analistas pusieron en duda la conveniencia del mismo. A estas alturas carece de sentido volver sobre las ventajas y desventajas de esta integración entre los dos organismos, por lo que más bien los esfuerzos deben concentrarse en llevarla a buen término.
Un factor común a este tipo de operaciones de integración –ciertamente más habituales en el sector privado- es que las principales dificultades son de carácter operativo, más aún cuando las entidades que se fusionan son complejas y de tamaño similar, cual es precisamente el caso de la CMF y la SBIF. Además, en este caso las inflexibilidades propias del sector público no facilitan las cosas, dada la existencia de restricciones presupuestarias y legales que dificultan la adopción de medidas que, en el sector privado, resultan naturales y necesarias para acelerar y hacer eficientes estos procesos.
La forma y velocidad con que se resuelvan los desafíos de integración van a determinar el resultado que se obtenga de la misma. Los desafíos se asocian no solamente a la integración operativa de la nueva entidad (plataformas tecnológicas y sistemas de soporte), sino también a la integración de sus labores fundamentales, tales como gobernanza corporativa, estructura regulatoria, estándares y enfoques de supervisión, sistemas de monitoreo de los riesgos, entre otros. Equivocarse en cualquiera de estas dimensiones puede tener consecuencias negativas en la calidad de la regulación y supervisión financiera.
Por otro lado, los desafíos para la CMF no son únicamente aquellos propios de la integración, sino también los relacionados con promover y liderar los perfeccionamientos legales aún pendientes y necesarios para su funcionamiento y desempeño. Las prioridades en este ámbito son dotar de mayores grados de independencia presupuestaria a la CMF, junto al diseño de un marco legal para la supervisión consolidada de los conglomerados financieros. Ambos elementos son piezas fundamentales que recurrentemente han sido observadas por los organismos multilaterales en sus revisiones periódicas de la institucionalidad del país en el sector financiero.
En medio de la vorágine del proceso de integración, en paralelo la CMF deberá resolver sobre un tema fundamental para la industria financiera: la forma en que adoptará Basilea III localmente. Para ello, la Comisión tiene el mandato legal de dictar la normativa en un máximo de 18 meses a contar del primero de junio. Un desafío no menor, particularmente teniendo en cuenta que esta normativa deberá contar con el visto bueno del Banco Central.
El primer lunes de junio comenzó la travesía.