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Pilita Clark

La despiadada realidad sobre los despidos actuales

Pilita Clark

Por: Pilita Clark

Publicado: Viernes 13 de junio de 2025 a las 04:02 hrs.

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Pilita Clark

Imagina despertarte una mañana y revisar tu correo de la noche anterior desde tu cama, en preparación para hacer una llamada de trabajo a Francia y, de repente, encontrarte primero con un mensaje del director ejecutivo de tu empresa. Ese mensaje te avisa que mucha gente va a ser despedida. El siguiente correo es aún peor: tú serás uno de ellos.

Te sientas en la cama, con el corazón acelerado, y recoges tu portátil para conectarte a la red de la empresa. Tu contraseña ya no funciona. Es hora de llamar a Francia, pero no recuerdas el nombre ni el número de la persona a la que se supone que debes llamar. Toda esa información estaba en un correo electrónico al que ya no puedes acceder.

Envías un mensaje a tu jefe favorito, cuyo número, por suerte, está en tu teléfono. Te responde diciendo que también lo han despedido. Se enteró al intentar entrar en la oficina y descubrir que su credencial ya no funcionaba. Finalmente, te levantas y contemplas las desalentadoras semanas que te esperan en el camino que tu vida está a punto de tomar.

Despedir a alguien por correo electrónico o teléfono se ha transformado en una práctica angustiosamente común, que debe cesar.

Vivek Gulati no tiene que imaginarse nada de esto. Es casi exactamente lo que le ocurrió cuando se convirtió en uno de los 12.000 trabajadores que Google despidió a principios de 2023, un período sombrío de despidos en el sector tecnológico. Este ingeniero de software de 47 años escribió después sobre su experiencia en un artículo de Harvard Business Review que dejó al descubierto el impacto de enterarse de la pérdida de trabajo por correo electrónico.

Lo localicé esta semana, después de ver que los nuevos datos mensuales de EEUU mostraban que los despidos aumentaron en casi 200.000 en abril. Por otra parte, una encuesta sugirió que los recortes de empleos realizados de forma remota e impersonal, una característica inevitable de los confinamientos por la pandemia, han persistido.

Hasta el 57% de los trabajadores estadounidenses despedidos en los últimos dos años recibieron la noticia por correo electrónico o teléfono, según la encuesta del sitio web de empleos Zety. Solo el 30% se enteró presencialmente. El resto lo supo por videollamada o por rumores en la oficina, excepto un desafortunado 2% que solo se enteró cuando no pudo acceder a su correo electrónico de trabajo ni a un sistema de mensajería como Slack.

Sin duda, esto también ocurría antes de la pandemia. En cualquier caso, no sorprendió a Gulati, quien ahora ha vuelto a Google como contratista en lugar de empleado a tiempo completo. Como veterano del sector tecnológico, ya ha pasado por recortes de personal y no está nada de acuerdo con la idea de que el correo electrónico sea la única forma de despedir masivamente a miles de personas.

Señaló que todos los empleados despedidos tienen un responsable que puede darles la noticia y ofrecerles asistencia personalizada, lo cual es cierto e importante.

Cuando perdió su trabajo en el grupo tecnológico estadounidense Broadcom, hace casi una década, un vicepresidente lo llamó para decirle que una adquisición había hecho inevitable los despidos laborales, pero que quería ayudar. Se ofreció a presentarle a Gulati a otra empresa que creía que estaría encantada de contratarlo. “Hasta el día de hoy, respeto mucho a ese vicepresidente y a todo el equipo con el que trabajé”, dice Gulati.

Es comprensible, al igual que el impacto en quienes conservan sus empleos tras despidos masivos, pero viven con tanto miedo a la siguiente ronda que hacen que la vida laboral sea más agresiva y menos colaborativa.

Esa es solo una de las razones por las que a un empleador le conviene, al menos, llamar por teléfono para informarles a sus empleados sobre un despido, aunque ni siquiera eso es lo ideal. Es imposible saber qué está haciendo en ese momento la persona de la que se va a prescindir.

Incluso si no está junto a la cama de un padre moribundo o asistiendo a un funeral, fácilmente podría estar en un lugar sin privacidad, como la peluquería. Ahí es donde estaba la popular presentadora de noticias de la televisión australiana, Sharyn Ghidella, el año pasado cuando recibió una llamada para decirle que, después de 17 años en la cadena, su tiempo había terminado. No fue, dijo más tarde, “el despido que esperaba”. Sus consternados aficionados acusaron a la cadena de cobardía y grosería.

Despedir a alguien a veces es necesario. 

Yo misma lo he hecho, aunque espero no tener que volverlo a hacer nunca más. Pero no hay excusa para empeorar un momento angustioso dando la noticia sin contacto humano personalizado, especialmente en una empresa grande y con muchos recursos. 

Cuanto antes termine esta tendencia innecesariamente cruel en la vida corporativa, mejor.

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