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La guerra de nunca acabar

Juan Ignacio Brito Profesor de la Facultad de Comunicación e investigador del Centro Signos de la Universidad de los Andes

Por: Juan Ignacio Brito | Publicado: Miércoles 4 de octubre de 2023 a las 04:00 hrs.
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Juan Ignacio Brito

Se suponía que la guerra entre Rusia y Ucrania tendría un verano (boreal) decisivo. Durante la relativa pausa invernal que se produjo entre fines del año pasado y comienzos de este, los ucranianos recibieron miles de millones de dólares en armas y pertrechos para preparar una ofensiva que derrotara a los rusos y acabara con la invasión.

Pero, aunque el ataque ucraniano fue masivo, el resultado no ha sido el esperado. Las posiciones defensivas rusas resisten y parece poco probable que suceda algo que incline la balanza de manera decisiva de aquí hasta que comience de nuevo el invierno. El frente parece estabilizado.

“Hasta ahora los intereses de la OTAN y Kiev han coincidido: ambos buscan derrotar a Rusia. Pero sin una victoria clara en el campo de batalla, esa comunión de intereses podría empezar a resquebrajarse”.

La ausencia de noticias positivas ha provocado que algunos en Occidente empiecen a cuestionar la entrega de recursos a Ucrania. El reciente pacto parlamentario para evitar el cierre del gobierno en Estados Unidos dejó fuera la ayuda a Ucrania, aunque la oposición republicana se comprometió con el presidente Joe Biden a incorporarla en una ley aparte.

Un eventual triunfo de Donald Trump en las elecciones de 2024 podría cambiar radicalmente la postura de Washington. En Europa, la victoria de un líder prorruso en las elecciones de Eslovaquia también enciende alarmas, aunque la UE en su conjunto ha salido a reafirmar su apoyo a Kiev.

Resulta impensable que Occidente deje caer a Ucrania, pues comprende, como dijo el lunes el canciller ucraniano, que “lo que está en juego aquí es mucho más grande” que el país eslavo. Sin embargo, eso no significa que esté dispuesto a seguir facilitando recursos en las dimensiones que lo ha hecho hasta ahora. EEUU ha aportado cerca de US$ 80 mil millones, de los cuales el 61% es ayuda militar y el resto humanitaria y financiera; las instituciones europeas han suministrado US$ 90 mil millones, casi todo en asistencia financiera.

A esas cifras deben sumarse los US$ 21 mil millones que ha entregado Alemania, los US$ 15 mil millones proporcionados por Gran Bretaña y los montos significativos que han proveído Noruega, Japón, Canadá, Polonia y Dinamarca. Dado el clima político crítico que comienza a surgir en algunos aliados occidentales de Ucrania, es probable que el nivel de ayuda decaiga, aunque no tanto como para provocar una derrota ucraniana. Occidente entiende que no se puede perder la guerra en Ucrania, aunque parece cada vez más convencido de que tampoco se puede ganar.

El conflicto se parece crecientemente al que enfrentó a Irak e Irán en la década de 1980. En ese entonces, muchos países ayudaron a financiar el esfuerzo bélico iraquí para que contuviera la exportación de la revolución islámica del ayatolá Jomeini. La guerra se prolongó por ocho años, costó centenares de miles de muertos y terminó sin un ganador claro, pero con ambos combatientes exhaustos. La falta de progreso en terreno de las tropas ucranianas y el atrincheramiento de los rusos sugieren un escenario similar al que sufrieron en su momento Irak e Irán.

Hasta ahora, los intereses de la OTAN y Kiev han coincidido: ambos buscan derrotar a Rusia. Sin embargo, es probable que, en la medida que no se dé una victoria clara en el campo de batalla, esa comunión de intereses empiece a resquebrajarse. Mientras los ucranianos todavía pretenderán derrotar a los rusos y expulsarlos de su territorio, los occidentales pueden ver en la guerra en Europa Oriental simplemente un mecanismo sostenido para consumir la energía expansionista de Rusia.

Así, la guerra puede eternizarse y mantenerse sin progresos relevantes hasta que los combatientes queden exhaustos y busquen la paz.

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