La última innovación en la matriz de energías renovables no convencionales de Chile está en Molina, Región del Maule. En un escenario tan inesperado como un campo de mil hectáreas de viñedos se está generando energía limpia exclusivamente a partir de los residuos de la vendimia. Ramas, pepas y pieles de uva ya no son un desecho, sino una valiosa materia prima que alimenta un biodigestor que produce gas metano. El resultado es 1 MW hora de energía térmica y eléctrica, suficiente como para abastecer el 60% de los requerimientos de la Viña San Pedro, impulsora del proyecto, o el equivalente a 3.200 hogares.
El proceso es posible gracias a un biodigestor que es alimentado con 9 mil toneladas anuales de desecho orgánico. Es el único del mundo que opera exclusivamente con residuos de la vendimia y para lograr que funcionara se necesitaron siete años de ensayo y error. Esta innovación -100% chilena- tiene grandes posibilidades de crecimiento en las distintas industrias que generan residuos orgánicos a nivel nacional, con interesantes beneficios para las empresas y el país: permite producir energía en forma limpia y eficiente para consumo propio o para inyectar a la matriz energética nacional; entrega credenciales verdes a las compañías que lo utilizan; permite manejar en forma adecuada todos los desechos, y da nueva vida a los residuos orgánicos: después de generar gas, los residuos finales, que son altos en nitrógeno, se usan para fertilizar los viñedos. De esta manera, se completa un ciclo redondo de sustentabilidad.
El potencial de esta tecnología es inmenso. Como referencia, en 2015 Chile produjo casi mil trescientos millones de litros de vino y la industria generó más de 300 mil toneladas de residuos orgánicos de vendimia. Si este último material se aprovechara para alimentar biodigestores, se podría generar energía suficiente como para abastecer 100 mil hogares o una ciudad de unos 400 mil habitantes, como Antofagasta.
Si a esto sumamos que Chile exporta el 70% de su producción de vino a 134 países y que el mercado internacional es cada vez más exigente respecto a las credenciales verdes de las viñas, tenemos una oportunidad única de convertir a Chile en un referente mundial en producción sustentable. Es una oportunidad no solo para la industria del vino, sino para toda la agroindustria del país. Porque este modelo, además de eficiente e innovador, es completamente replicable.