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Columnistas

La subsidiariedad en la empresa: un sueño posible

Past President de USEC

Por: Equipo DF

Publicado: Jueves 1 de septiembre de 2016 a las 04:00 hrs.

En mi última columna les hablé del liderazgo subsidiario, de lo importante que es desarrollar un estilo de gestión empresarial centrada en la dignidad de la persona humana, de lo fundamental que es ser coherentes con nuestro decir y hacer, de estar dispuestos a “perder” el tiempo dedicando un momento en nuestra jornada para conectar con nuestros colaboradores, con sus alegrías, desafíos, propuestas y objetivos, pero sobre todo, con sus necesidades, angustias y frustraciones.

Un verdadero líder no es el gerente, ejecutivo o jefe cuyo equipo obtiene la mayor rentabilidad. Es aquel que, junto con eso, promueve un clima laboral estimulante, que enriquece el día a día de sus trabajadores, que hace que cada cual sienta, crea y proyecte que su labor es la más importante de todas y que sin su aporte la máquina no funciona. Es quien entiende que su colaborador tiene una vida más allá de la oficina, de la planta industrial, de la escuela, del hospital o de donde quiera que desempeñe su actividad. Es aquel que reconoce que detrás de ese trabajador o trabajadora hay un padre, una madre, una esposa, un esposo, hijos, amigos, un entorno íntimo que requiere tanto o más tiempo del que destina a la vida laboral. Y no es sólo quien lo entiende, sino quien lo asume como un mandato que debe respetar y cuidar.

Todo esto se resume en el principio de subsidiariedad, un concepto que por años se ha utilizado para aludir al rol estatal, entendiéndolo como el principio en virtud del cual el Estado ejecuta una labor orientada al bien común, cuando advierte que los particulares no lo hacen de forma apropiada. Pero, ¿es posible aplicar esto a la labor empresarial y, más aún, a la esencia de lo que entendemos por empresa? Estoy convencido de que sí y, para ello, vuelvo atrás: la urgente necesidad de contar con líderes que integren la subsidiariedad como parte de su modelo de trabajo y que comprendan que una empresa es, por sobre todo, una comunidad de personas. Necesitamos directores, gerentes, ejecutivos que asuman esta misión en el “deber ser” de sus compañías, que estén dispuestos a formarse y a formar a sus colaboradores para seguir este camino, que tengan presente la dignidad humana y el bien común en cada decisión que tomen, sea esta grande o pequeña.

El martes recién pasado Michael J. Naughton, académico de University of St. Thomas, manifestó en la conferencia “Subsidiariedad en la empresa: el tiempo es ahora”, desarrollada por USEC: “La subsidiariedad pide un sacrificio, que consiste en tomar un riesgo moral, no solo económico, para potenciar el crecimiento de los colaboradores en el trabajo. Exige que los líderes vean a sus empleados no como un número, sinocomo un regalo, un don con capacidad de entregar dones a otros”.

Nuestro país merece más y nosotros podemos darle más. Nos pide hombres y mujeres de empresas que aporten al valor social y humano. Personas que reconozcan genuinamente que escuchar a sus empleados, darles confianza y autonomía es fundamental, así como lo es también comunicarse eficientemente con ellos, cara a cara, uno a uno. Líderes que sepan el nombre de sus trabajadores, que tengan una idea de las historias que hay detrás de ellos, que estén disponibles para dirigir, enseñar, comprender y empatizar cuando haya que hacerlo. “Eso es reconocer la dignidad del trabajo humano”, plantea Naughton.

La gran pregunta es, ¿cómo lograr que todo esto no sea más que una lista de buenas intenciones? ¿Cómo hacer para recomponer el vínculo social en momentos en que las instituciones políticas, religiosas y económicas, a nivel mundial y local, están siendo continuamente cuestionadas; en que noticias de malas prácticas se han tomado el debate del día a día, mermando la confianza en las instituciones y en los empresarios? La respuesta es: sumando el esfuerzo de todos, en conjunto, y siendo coherentes entre lo que predicamos y practicamos. Me quedo aquí con una última reflexión del profesor Naughton: “Cuando los líderes son capaces de ver la brecha entre lo que dicen hacer y lo que realmente están haciendo, es entonces cuando comienzan a mejorar su forma de liderazgo”. Así sea.

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