Litio en Chile: la conjura de los necios
JOSÉ HOFER Experto en mercado de baterías y litio, asesor y consultor internacional
Esta frase del escritor Jonathan Swift, autor no solo de hazañas intrépidas, sino también de las sátiras más sabrosas, hace hincapié en una crítica social acerca de la pequeñez y la barbarie. En ella, el autor irlandés pone énfasis en que juntas, la ignorancia y la mediocridad tienden a unirse para oponerse al talento y el sentido común. Una novela similar es la que ha vivido Chile en el negocio del litio, con un diseño empapado en un estatismo absurdo y hostilidad descarnada a la competencia y el mercado: experiencias fallidas, apresuradas y mal diseñadas. Al fin y al cabo, no se puede diseñar una “estrategia del litio que no dependa del mercado”, siendo que los mismos productos llegan finalmente a un mercado-destino. Como diría Swift, es de necio, ceporro, palurdo, e ignorante.
“En el negocio del litio, Chile ha optado por un camino autodestructivo: estatismo mal ejecutado, rechazo ideológico al mercado y decisiones motivadas por agendas personales. Codelco, una empresa que no logra ni sostenerse en el cobre, ahora quiere liderar la transición energética”.
Entrando en detalle, en el negocio del litio, Chile ha optado por un camino autodestructivo: estatismo mal ejecutado, rechazo ideológico al mercado y decisiones motivadas más por agendas personales que por el bien del país. La llamada “Estrategia Nacional del Litio” se ha diluido en una mezcla de improvisación, protagonismo político y hostilidad hacia la inversión privada. Lo peor: su ejecución ha quedado en manos de Codelco, una empresa que no logra ni sostenerse en el cobre y que ahora quiere liderar la transición energética.
Bajo el liderazgo de Máximo Pacheco, Codelco no solo ha multiplicado su deuda -hoy sobre los US$ 22.000 millones-, sino que opera con pérdidas en cinco de sus ocho divisiones. Pese a eso, insiste en expandirse al litio como si estuviera en condiciones de competir. El resultado es un daño reputacional para Chile, una señal de que los negocios en este país se subordinan a los caprichos de empresas públicas ineficientes y protegidas políticamente.
Tres hechos lo ilustran. Primero, Codelco torpedeó la licitación en el Salar de Maricunga. Segundo, validó la intervención de Enami en el caso de Salares Altoandinos, donde se excluyó a Eramet, una empresa que ya había invertido US$ 100 millones y adquirido legalmente sus pertenencias, además de tener un proyecto de DLE andando en Centenario Ratones (Argentina). Tercero, negoció a puertas cerradas un acuerdo con SQM para entrar al Salar de Atacama sin una licitación abierta y transparente, hipotecando parte del recurso más valioso del país, ¡y del mundo!
El acuerdo con SQM, además, es ridículamente modesto considerando el potencial del salar. Según el informe 6-K de SQM ante la SEC, este yacimiento puede satisfacer la demanda mundial de litio por 34 años, con un potencial de hasta un millón de toneladas anuales. Eso equivale a US$ 30.000 millones en ingresos hacia 2030. Pero con la opacidad actual, se están asegurando migajas a cambio de un activo estratégico.
Mientras tanto, Chile ahuyenta a inversionistas globales como Eramet, LG Chem, BYD, Tsingshan, Aramco, Posco, Samsung SDI o Mitsui. Todas están operando o invirtiendo en Argentina, país que entendió que el derecho de propiedad es el cimiento para atraer inversión minera. Aquí, en cambio, se prefiere defender a Codelco a toda costa, incluso si eso implica desechar tecnologías limpias como la extracción directa de litio (DLE) o rechazar más de 1.500 millones de euros en inversión sostenible.
El caso de Eramet es especialmente grave, una empresa con respaldo de la Unión Europea. Eramet apostó por Chile en 2023, compró activos, desarrolló tecnología y puso recursos sobre la mesa, fue marginada por Enami, que prefirió pactar con el mismo socio que eligió Codelco para Maricunga, representados incluso por el mismo estudio de abogados. ¿Coincidencia? Difícil de creer. Todo apunta a una operación política diseñada para beneficiar a una empresa pública en crisis y blindar la agenda personal del señor Pacheco Matte.
La deuda de Codelco no es culpa del Estado ni del precio del cobre. Es resultado de mala gestión, falta de eficiencia y un modelo corporativo que opera sin rendición de cuentas. Su expansión al litio no busca el bien nacional, sino crear un salvavidas financiero a costa del recurso más prometedor del país.
Chile no necesita una estrategia del litio ideologizada, sino una política que combine competencia, inversión privada y resguardo ambiental. Hoy no tiene nada de eso. Lo que tiene es una empresa pública que actúa como patrón de fundo, un Gobierno que reniega del mercado, y una clase política más interesada en consolidar cuotas de poder que en desarrollar el país.
La necedad, como dijo alguien, es no querer cambiar de opinión ni de tema. Y eso es exactamente lo que ocurre hoy en Chile con el litio. Argentina nos está pasando por el lado con recursos menores, pero más inteligencia. ¿La diferencia? Allá gobierna la realidad. Acá, el capricho.