La vorágine electoral en que estamos sumidos puede oscurecer acontecimientos importantes. Así, han pasado relativamente inadvertidos en nuestro país los nuevos vientos que corren a nivel global en relación con el cambio climático. La declaración final de la COP 30 realizada en Brasil no enfatiza la necesidad de reducir la producción de energía con combustibles fósiles ni fija nuevas metas de des carbonificación como era usual en estas conferencias.
¿Hay entonces una nueva normalidad en materia de cambio climático? Pareciera que sí. Muy incidente en este cambio de tono de la COP30 ha sido, a mi juicio, la declaración que pocos días antes de la cumbre dio a conocer Bill Gates, un hombre muy inteligente y estudioso. En síntesis, el creador de Microsoft anunció su nueva convicción sobre el cambio climático que puede resumirse en tres puntos: 1) el cambio climático es una cuestión seria, pero no pone en peligro la existencia de la humanidad;2) las prioridades más importantes para la humanidad son el combate a las enfermedades y a la pobreza; 3) las personas evitarán sufrimiento por el cambio climático con medidas de mitigación y si hay menos pobreza y enfermedades.
“Estos procesos (relacionados con la IA) necesitarán ingente consumo de energía y las energías alternativas no generan suficiente fuerza calórica, no debemos disminuir la energía producida por combustibles fósiles, sino preocuparnos de mitigar sus efectos”.
Me felicito porque con mucho menos tiempo invertido en estudiar estos temas, yo, que tengo casi la misma edad de Gates y mucho menos dinero, hace tiempo que llegué a conclusiones parecidas. Gates cree que la inteligencia artificial, que está basada en la robótica y el análisis masivo de datos, creará mucha riqueza. Como estos procesos necesitarán ingente consumo de energía y las energías alternativas no generan suficiente fuerza calórica, no debemos disminuir la energía producida por combustibles fósiles, sino preocuparnos de mitigar sus efectos.
En un agudo comentario, el periodista Juan Ignacio Brito, en un podcast emitido por El Líbero, nos recuerda que el exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, realizó predicciones catastróficas en su documental Una Verdad Incómoda, donde entre otras cosas aseguraba que entre el año 2006 y el 2016 desaparecería la nieve en el Kilimanjaro y que hacia el 2020 el nivel del mar subiría más de seis metros. Pues bien, la realidad es que la nieve en el Kilimanjaro goza de perfecta salud (puede comprobarlo en Google) y el nivel del mar subió 64 centímetros, no 6 metros en ese período.
Brito sutilmente insinúa que los negocios de Bill Gates podrían verse favorecidos por esta nueva prioridad para la inteligencia artificial, aunque reconoce que la tecnología puede desbaratar teorías catastrofistas.
Pero las Greta Thurnberg y otros ambientalistas extremos no son los primeros catastrofistas. El Club de Roma, en su informe Los límites del crecimiento a comienzos de los setenta pronosticó que la civilización colapsaría en el siglo siguiente y que ya a fines del siglo veinte se terminarían los alimentos en varios lugares presentándose hambrunas generalizadas por un crecimiento de la población que la economía no podría sostener. Los viejos temores de Malthus. Pero desde los setenta, la economía de Estados Unidos se ha multiplicado por cuatro y la población ni siquiera se ha duplicado. A nivel global el fiasco es mayor: la economía mundial se ha multiplicado doce veces per cápita.
Me alegra que el mundo esté entrando en una etapa más racional con relación al cambio climático. Es un problema, hay que monitorearlo, pero no es una religión. La visión catastrófica acerca del tema tiene dos fallas conceptuales enormes: el cambio tecnológico, como lo señala Brito, e ignorar el rol de los precios, que racionan los recursos escasos.
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