Columnistas

Nueva Zelandia, país vecino

  • T+
  • T-

Compartir

Hace 15 años decidimos impulsar -bajo el lema que da título a esta columna- una nueva política de aproximación entre Chile y Nueva Zelandia (ellos lo siguen escribiendo así en español). La idea de un tratado de libre comercio no servía como base de un acercamiento entre dos naciones tan similares en su producción y, a la vez, aún marcadas por una visión de lejanía.

Era necesario ir más allá. Más allá de la siembra hecha por la Armada y la Esmeralda con sus recaladas frecuentes en Auckland o Wellington. Más allá de compartir el 70% del pino radiata del mundo. Más allá de haber optado ambos por un modelo de crecimiento exportador y abierto al mundo.

Ahora, en 2012 se cumplen 40 años desde que Chile y Nueva Zelandia decidieran abrir sus respectivas embajadas en ambas capitales, Santiago y Wellington. La leche fue clave desde los primeros intercambios: sin el aporte neozelandés Allende no habría podido impulsar su “medio litro de leche” para cada niño chileno. Pero el peso de la distancia siempre fue muy fuerte.

Más de una vez pregunté a los neozelandeses ¿por qué ustedes sienten tan distante a Chile, que está a 9.500 kilómetros, y cercano a Singapur que está a 8.500? La constatación les sorprendía y hacía visible la necesidad del acercamiento. Y también les sorprendía cuando les mostrábamos el mapa del mundo dividido en dos hemisferios: allí está Nueva Zelandia en el Western Hemisphere, más el océano y toda América. Australia está en el otro hemisferio, determinado por el eje horario del meridiano de Greenwich. Se los mostraba y les decía: vean, ustedes son de acá, tenemos que trabajar juntos.

Y de allí nació la idea de los “working holiday”: desde 2001, han llevado más de 6.000 jóvenes chilenos a vivir por un año entre los neozelandeses. Conocerlos, aprender inglés, trabajar duro. Como también de ese espíritu vino la idea de un Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (P4), entre Brunei Darussalam, Chile, Nueva Zelandia y Singapur. Suscrito en Wellington en julio de 2005, entró en vigor en noviembre de 2006. Fue pensado con un sentido de colaboración fuerte, lo cual no se debe olvidar hoy cuando esa asociación va creciendo hacia lo que llaman TPP (Trans-Pacific Parnership) y algunos, con el liderazgo de Estados Unidos, le suponen una tarea de confrontación en el Pacífico del siglo XXI.

Pero en todo este devenir hay un precedente clave: la visita del presidente Patricio Aylwin, en 1993, a Wellington,la primera de un mandatario latinoamericano a ese país. Aquello fue determinante en el ingreso de Chile a APEC. Como también lo fue el Convenio de Transporte Aéreo, vigente desde 1995, el cual creó las condiciones para el código compartido entre Air New Zealand y LAN, mientras se soñaba con el vuelo non-stop Santiago -Auckland en algo más de doce horas. Hoy ya todo existe.

Y ahora, viendo esas cuatro décadas de diplomacia viva, impulsada desde las respectivas embajadas, la cercanía es creciente. El presidente Piñera habla con el primer ministro John Key en APEC 2012 para concertar posiciones en el devenir del TPP. Las ministras de Medio Ambiente se coordinan en Rio+20; hay acercamientos en Trabajo para conocer la política de trabajadores agrícolas extranjeros con visa temporal; hay coordinaciones en Medio Ambiente, en Defensa y, sobretodo, en Ciencia y Tecnología, pensando en una real política de Innovación entre nosotros.

Pero falta saber más de cómo Nueva Zelandia hizo de su pueblo aborigen, los maoríes (primos de los pascuences), un actor económico e integrado plenamente al país de hoy. Y cuando el embajador Isauro Torres despide a las dos Waka Hourua (canoas - catamarán maorí) que buscan unir Auckland e Isla de Pascua navegando como lo hicieron los ancestros guiados por las estrellas, los vientos y las corrientes, hay allí un paso de simbolismo profundo. Pasado y presente se articulan, llamando a pensar el futuro con Nueva Zelandia, sintiéndolo cada vez más un país vecino.

Lo más leído