¿Enamorado?
Hoy en día, compleja pregunta. Los índices de estabilidad matrimonial van en baja, preocupantemente. Pocos siguen creyendo en el amor para toda la vida...
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Padre Hugo Tagle
Hoy en día, compleja pregunta. Los índices de estabilidad matrimonial van en baja, preocupantemente. Pocos siguen creyendo en el amor para toda la vida. Y esto, en todos los campos. Los primeros años de vida laboral son un vitrineo constante, que llega hasta la impudicia. Quienes comenzaron entusiastas en una pega, alardeando de una entrega incondicional, al año trabajan para la competencia. Y como si nada. Lo que en el campo laboral ya es materia de reparos, se proyecta en la vida afectiva.
Pocos comienzan una relación con miras a un largo aliento. Se usa eso de “andar”, “amigas con ventaja” y tantos otros giros que revelan lo inestable y frágil de esa relación.
Pero quiero hablar de ese otro amor. El que se promete sin reparos, letras chicas o condiciones. Como debe ser.
Mañana martes 14 se celebra el día de San Valentín. La historia habla de un obispo católico del s.III que, ante la prohibición de celebrarse matrimonios católicos, decidió celebrarlos en secreto. Es así como se acercaron a él cientos de parejas para darse un sí definitivo, ante los hombres y ante Dios, con la bendición de este santo que corría el peligro de perder la vida. Un buen testimonio que la conciencia puede más que la arbitrariedad y que el amor, cuando se considera para toda la vida, se está dispuesto a correr peligros con tal de mantenerlo así.
Amar supone renovar constantemente ese primer amor. Sonará cursi pero es la verdad: donde hubo fuego, cenizas quedan. Siempre es posible revivir el amor primero y mantener relaciones de años con el candor y jovialidad de la primera vez.
Y esto vale para los que tienen una relación de pololeo. Si son adultos, aconsejo luego de un tiempo razonable -no muy largo, no muy corto- lanzarse al agua y “concretar”. Nada peor que las dilaciones pesadas y desgastadoras. En toda relación, se debe ir con la verdad por delante. No hay derecho a jugar con los sentimientos del otro. Si no se está seguro de ella en el pololeo, mejor terminar. No es justo herir. Pero una vez dado el paso definitivo, se debe perseverar en él. Siempre vendrán situaciones difíciles, pero el amor se conquista día a día, paso a paso, en un eterno pololeo para que, finalmente y luego de los años, se pueda decir que son dos enamorados. Y no dos personas que sólo viven bajo un mismo techo.
Pues nada, dejémonos de prédicas y vamos al grano: compre algún regalo pequeño a su señora o polola. Y se los digo a los hombres, que es a los que les cuestan estas cosas. Regalamos poco. Ésta es una ocasión de hacerlo.