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Protección de datos personales: poco que celebrar

RODRIGO LEÓN Socio de Silva Abogados

Por: RODRIGO LEÓN | Publicado: Martes 1 de febrero de 2022 a las 04:00 hrs.
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RODRIGO LEÓN

El viernes pasado se celebró el día internacional de los datos personales en memoria de uno de los primeros acuerdos internacionales sobre la materia, el Convenio 108 del Consejo de Europa. Nuestro país dictó una de las primeras leyes de datos en Latinoamérica -la ya vetusta Ley 19.628 de 1999-, pero hoy la mayoría de nuestros vecinos tienen leyes modernas y efectivas, algo que no podemos decir de la nuestra.

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Hay ciertas señales positivas de cambio: el reconocimiento constitucional, en el art. 19 n° 4, de la garantía fundamental de la protección de datos personales; el hecho de que la Convención constituyente tenga clara la necesidad de reconocerla en el nuevo texto constitucional; y por último, la circunstancia de que la semana pasada el Senado aprobara la reforma a la Ley 19.628 (un cambio tan radical que es una nueva ley de datos), bastando solamente que sea aprobada por la Cámara de diputados.

Este nuevo texto legal viene con enormes cambios que se alinean con los textos internacionales, principalmente al reglamento europeo de datos personales (GDPR). Cambios como una nueva agencia de datos; procedimientos administrativos de sanción; nuevos derechos; nuevas sanciones, como el poder suspender por meses la posibilidad que una empresa u organización use datos personales. ¿Quién puede existir sin tratar datos de clientes o colaboradores, después de todo?

Todo esto es importante, pero no hay que olvidar el fondo. El ser humano, en un medio altamente tecnológico absorbido por lo digital, se ve sometido a grandes poderes informáticos –países como China y EEUU, o empresas como Google y Huawei–, que mediante potentes algoritmos e infinitas bases con nuestros datos personales, van sugiriendo (o tal vez, dirigiendo) nuestro comportamiento en función de sus propios intereses.

Por ejemplo, Google sabe todo lo que hacemos o vemos en el mundo digital, nos conoce mejor que nosotros mismos. ¿Qué justicia podría haber al negociar con ellos un contrato? Ninguna. El ser humano, sin privacidad, deja de ser humano. La privacidad es una libertad inherente a nuestra naturaleza, tal vez la más importante, que nos permite forjar una identidad y ser en nuestro fuero interno sin que nadie nos obligue. Por eso la Ley no puede entrar ahí.

George Orwell, en su novela “1984”, además de anticipar al omnipresente Gran Hermano, descubrió un futuro gobernado por el “Ministerio de la Verdad”. Este Ministerio tiene el poder de cambiar el pasado –destruyendo o alterando textos, fotografías y antecedentes históricos-, ajustándolo a los intereses del partido gobernante en el presente.

¿No vivimos algo así hoy? ¿No son las empresas tecnológicas las que están –cual vasto repositorio– guardando la historia asociada a un pasado que puede ser cambiado a su antojo? Por eso es tan importante cambiar nuestra ley de datos y poner en su centro la protección del ser humano frente a las grandes fuerzas políticas y tecnológicas que, cuales huracanes digitales, se avecinan.

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