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¡Qué año!

Francisco Klapp

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Francisco Klapp

Hace más de un mes que 2014 quedó atrás, pero desde el punto de vista de la entrega de cifras económicas -actividad, remuneraciones, empleo- lo estamos recién cerrando. Aún no sabemos exactamente cuánto se expandió el producto, pero difícilmente se alzará por sobre 1,7%, menos de la mitad del promedio de los últimos 20 años, incluso considerando la Crisis Asiática y Subprime.

2014 fue un año que no paró de sorprendernos en lo económico. Hace exactamente 12 meses, los analistas consultados para el Latin Consensus Forecast -incluyendo quien escribe- proyectábamos un crecimiento del PIB de 3,9%, aumento de la inversión de 3,8% y una moderada inflación. El petróleo WTI se transaba a US$ 100 el barril, el dólar a $ 540, el empleo se mantenía en niveles históricamente buenos, la confianza de los consumidores parecía repuntar tras el cambio de gobierno y un crudo invierno nos hacía dudar de la solidez de la recuperación en EEUU ante una Europa que parecía superaría su letargo.

Pero cómo cambiaron las cosas. Al poco andar comenzamos a ver abruptas caídas en la inversión en maquinaría y equipos en el país; EEUU una vez más probó ser capaz de ajustarse, creando empleos a una tasa no vista desde antes de 2009 a diferencia de la Eurozona, la cual, pese a sus ajustes fiscales y comerciales, aún arrastra el desafío de cambios estructurales y mantiene altas dosis de incertidumbre. Así, el peso -como muchas monedas emergentes- comenzó a depreciarse frente al dólar, lo que rápidamente afectó al IPC, alcanzándose una variación interanual cercana al 6% en octubre, evidenciando que el traspaso de tipo de cambio a inflación (pass-through) parece ser más alto de lo que se creía.

A la par, nos enfrascamos en la discusión de la mayor reforma tributaría –léase alza- desde los tiempos de Aylwin -¿o desde la creación del FUT?-, y la discusión respecto de si la desaceleración era principalmente causada por factores internos, como incertidumbre y mayores impuestos, o externos, precio de cobre y movimientos de capitales, se desató. Y aunque resulta evidente como ilustra Bernanke en su paper de 1983 -sí, el mismo ex presidente de la Fed-: ante incertidumbre y dado la irreversibilidad de la inversión, la decisión óptima en muchos casos, es posponer la misma hasta contar con más información, lo que poco pareció importarle al gobierno.

Así, las perspectivas se deterioraron, el famoso punto de inflexión nunca llegó, y superada –con nefastos resultados- la discusión tributaria entramos de lleno a una reforma educacional y otra laboral.
Afortunadamente, terminando el año, el crudo se desplomó, asociado a menores restricciones de oferta, con lo que al menos del exterior recibimos una ayuda tanto para inflación como actividad, no obstante la baja del cobre, cuyos efectos se irradian con mayor lentitud.

2015 no parece más auspicioso. No sólo el precio actual, sino también ahora los futuros de cobre se han desplomado en las últimas semanas, mientras que para el petróleo, si bien la baja ha continuado, los futuros hablan de una eventual reversión a los US$ 70 el barril, con lo que es difícil que se compense la caída en términos de intercambio por efecto cobre. Bueno, y de los factores internos en el año que comienza, para que hablar.

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