Sentido de propósito
La última encuesta de percepción ciudadana de Adimark ha arrojado una baja considerable, tanto para el sector oficialista como para la oposición...
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Rafael Mies
La última encuesta de percepción ciudadana de Adimark ha arrojado una baja considerable, tanto para el sector oficialista como para la oposición. Ni el presidente, ni su equipo de gobierno ni la Concertación han sido capaces siquiera de superar el 40% de aprobación general.
Peor aún, esta mala evaluación no se produce como consecuencia de una crisis económica o social puntual (ello al menos daría luces de lo que hay que mejorar), por el contrario, pocas veces el país había gozado de mejores números en términos de crecimiento económico, empleo o seguridad ciudadana. Se trata de un fenómeno nuevo y en algún sentido difícil de entender.
¿Qué está entonces reflejando este síntoma? Una respuesta simple, además bastante extendida, es que básicamente a la mayoría no le gusta la figura del presidente. Que, del punto de vista del carisma e identificación, a él no le ha sido posible “encantar” y lograr una mayor adhesión ciudadana. En la misma línea, otros sostienen que la gente se aburrió de la política y que las encuestas son una buena oportunidad para manifestarlo.
Si bien ambos argumentos son atendibles, no parecen ser suficientemente fuertes como para explicar si lo que está pasando es algo más de fondo. En mi opinión lo es, no basta con mejorar “el posicionamiento” del presidente o de la Concertación para alinear a la ciudadanía respecto de una agenda determinada.
Creo que lo que está sucediendo posee una raíz más profunda y más bien tiene que ver con la falta de un propósito claro detrás de lo que se está haciendo.
Hace tiempo venimos siendo testigos de una retórica confusa, de propuestas económicas y sociales que más bien responden a presiones individuales o de grupos que a unas creencias o valores claros que vale la pena defender. Los parlamentarios de oposición son capaces de usar toda la jerga económica liberal, si con esto pueden oponerse a una iniciativa oficialista, del mismo modo que el gobierno es capaz de apoyar e incluso promover iniciativas que le permitan una ventaja sobre la oposición, aunque lo aleje de sus creencias o principios básicos.
En un artículo de Harvard Business School se señala que el mayor riesgo del liderazgo, es la claudicación de los principios con el único objeto de permanecer en el poder. En otras palabras, perder el propósito en la vida y comenzar a vivir una vida sin propósito.
Peter Drucker, por su parte, dice que la gente les puede perdonar muchas cosas a sus líderes, el mal genio, la falta de carisma e incluso cierto nivel de incompetencia, pero lo que nunca le perdonarán es la falta de propósito o consecuencia en la vida.
Una de las características esenciales de la condición humana es su sentido de propósito, saber para que, en ultimo término se hacen las cosas. Sin embargo, percibo cada vez con más tristeza la inexistencia de un propósito claro en la mayoría de las iniciativas públicas y privadas. No es la retórica ni la disputa política sino el sentido de misión y propósito vivido consecuentemente lo que genera adhesión, cariño y finalmente aprobación ciudadana.