Rodrigo Aravena

El riesgo de repetir 2016

Rodrigo Aravena Economista Jefe Banco de Chile

Por: Rodrigo Aravena | Publicado: Lunes 20 de marzo de 2017 a las 04:00 hrs.
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El comienzo de año no ha sido todo lo bueno que esperábamos. Basta recordar que, sólo un par de meses atrás, la encuesta de expectativas del Banco Central mostraba que más de un 95% del mercado esperaba que el crecimiento del PIB aumentara este año. Sin embargo, una serie factores, principalmente la huelga en Escondida, han generado un deterioro en las perspectivas de la actividad, que se materializaría en una cifra negativa en el Imacec de febrero y un crecimiento del primer trimestre que podría ser aún peor que el del anterior. De esta manera, hay un riesgo real de que nuevamente repitamos las cifras de 2016.

En este escenario, no es descartable que en el corto plazo comencemos a ver reducciones en las estimaciones de crecimiento hacia valores más cercanos a los que observamos el año pasado. Incluso creo que es probable que el Banco Central realice ajustes a las proyecciones de crecimiento económico de este año en el IPoM que se publicará en un par de semanas.

Pero no estamos acá para lamentarnos. Lo más importante es realizar esfuerzos para entender lo que está detrás de este escenario y analizar sus implicancias macro. En este sentido, quiero destacar tres puntos.

El primero de ellos es que este deterioro se da en medio de un aumento inesperado del precio del cobre (que comenzó a subir antes de la huelga de Escondida) y de una consolidación de expectativas más favorables para el crecimiento global, impulsadas por una fuerte recuperación en prácticamente todos los países de Latinoamérica. ¿Qué podemos inferir entonces? Que el deterioro de la economía chilena, en el margen, no obedece a factores externos, sino locales. Si bien la principal razón de este cuadro más negativo ha sido la paralización en el sector minero -que uno esperaría tuviera impactos sólo de corto plazo-, no podemos desconocer que las expectativas han permanecido en terreno pesimista, la inversión no repunta y la calidad del empleo sigue deteriorándose. Es decir, el bajo crecimiento va mucho más allá de los factores transitorios de oferta.

Un segundo elemento es el potencial impacto del menor crecimiento sobre las medidas de política económica. En ese sentido, resulta fundamental reconocer que existe una mayor apertura de brechas de capacidad, lo que refleja una posición cíclica aún más débil de la que teníamos el año pasado. Esto sugiere que las presiones desinflacionarias y los riesgos de un mayor deterioro en el mercado laboral están aún muy presentes. De esta manera, creo que aún existe espacio para implementar una política monetaria todavía más expansiva, a través de reducciones adicionales en la TPM en los próximos meses. Esto cobra más validez al considerar la necesidad de reducir el déficit fiscal, lo que limita significativamente el espacio para aumentar el gasto de gobierno.

El tercer elemento que quiero plantear es algo que surge de manera natural. El hecho de que el deterioro en el margen del crecimiento se explique por factores locales hace necesario analizar en detalle las medidas que se deben tomar para recuperar la confianza y, con ello, la capacidad de crecimiento. ¿Cuál es el impacto real que han tenido diversas reformas en el crecimiento del país? ¿De qué manera se podrá reactivar la inversión, sobre todo en sectores distintos de la minería? ¿Cómo se podrá alcanzar la flexibilidad necesaria en el mercado laboral para lograr un reordenamiento sectorial, consistente con las nuevas condiciones globales? El hecho de haber tenido el peor trienio desde mediados de los ochenta y el deseo de retomar el camino al desarrollo nos obligan a detenernos en estos puntos y tomar todas las medidas necesarias para aumentar el crecimiento de largo plazo.

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