Nuevos intentos por torpedear el fundamento técnico
SERGIO LEHMANN Economista jefe de BCI
La marcada debilidad del mercado laboral se mantiene en el centro de la preocupación, por sus impactos en la dinámica de desarrollo y el bienestar social. El Banco Central, reconociendo su capacidad técnica y la relevancia de este factor para el análisis y las perspectivas económicas, elaboró un informe publicado en el último IPoM, en el que advierte el daño estructural provocado por las medidas imprudentes adoptadas en los últimos años en materia de empleo. En un contexto de productividad estancada, el incremento desmesurado del salario mínimo y la reducción de la jornada laboral, junto a normas que han entorpecido la relación entre empleadores y empleados, han elevado la tasa de desempleo de equilibrio casi dos puntos sobre los registros de hace algunos años.
A pesar de la evidencia que reconoce cualquier economista medianamente bien formado, las máximas autoridades ejecutivas del país cuestionaron las conclusiones entregadas por el Banco Central. Esto hizo recordar oscuros episodios que vivimos durante la pandemia, con un Congreso marcado por el populismo y la mirada miope, que desmerecía con total desparpajo el fundamento técnico. El costo ha sido enorme en términos de crecimiento y confianza.
“Opiniones livianas, sin formación y experiencia necesaria, que buscan defender medidas que han llevado a deterioros palpables, no contribuyen a un diseño de políticas económicas que permitan robustecer la competitividad y el desarrollo”.
Debemos cuidar con especial celo nuestra institucionalidad, dentro de la cual, la independencia y carácter técnico del Banco Central son piezas fundamentales. Si bien la calidad de nuestras instituciones nos distingue entre las economías emergentes, en los últimos años ha mostrado cierto debilitamiento, lo que ha llevado a una economía ralentizada y más tensionada. Opiniones livianas, sin la formación y experiencia necesaria, que buscan defender medidas que han llevado a deterioros palpables, no contribuyen a un diseño de políticas económicas que nos permitan robustecer la competitividad y el desarrollo del país.
Bien sabemos que la productividad en Chile ha estado estancada en los últimos 15 años, mientras los salarios han crecido más allá de lo prudente. Esto se ha reflejado crudamente en las PYME, mucho más expuestas al salario mínimo en sus planillas de renta. Esto se da en un contexto en que, además, según un informe de la OCDE, en términos de nivel, la productividad en Chile es cerca de 50% más baja que el promedio de sus países miembros. En lenguaje simple, mientras en un país como España, a modo ilustrativo, un trabajador fabrica 100 zapatos por hora en una máquina especializada, en Chile solo fabrica 50. La brecha es gigante, lo que revela la urgente necesidad de capacitar y formar mejor a nuestros trabajadores. De no mediar cambios, las empresas privilegiarán su crecimiento a través de equipos y nuevas tecnologías, con un menor peso del factor trabajo. Si bien somos competitivos en áreas específicas, como es la fruticultura, salmonicultura, minería y energía, en los sectores manufactureros estamos lejos de los estándares de las economías más exitosas. Por ello las políticas deben, enfocarse en esa dirección, lo que llevaría de forma natural a mejores salarios y mayor crecimiento. El llamado es entonces a ir a los fundamentos económicos, dejando fuera la retórica política vacía y nociva.