Columnistas

Sobre bancos, yates y otros

Pedro Fierro, Subdirector Fundación P!ensa

  • T+
  • T-

Compartir

Pedro Fierro

¿Acaso las personas hacen el bien hasta que tienen la oportunidad de hacer el mal?

Pensar la política y la ética de forma separada es bastante difícil. Entre otras cosas, la política debiese ser más que la gestión de una administración pública o la consecución de un escaño. Quizás por eso hace tanto ruido concebir a los políticos como simples "maximizadores de votos". O quizás por eso resulta inconveniente prescindir de la virtud o la conciencia al hablar de estos temas. Si creemos que es recomendable para nuestra sociedad preocuparse por el buen accionar de nuestros representantes, entonces estamos claramente asumiendo el rol esencial de la ética en política.

No pretendemos filosofar, sobre todo considerando las carencias propias de quien escribe, pero al menos podemos reflexionar. Con esto, sería interesante recordar la historia de Giges, relatada en "La República" de Platón. Para el que no esté familiarizado, se trata de un pastor que encuentra un anillo que lo volvía invisible. Giges aprovecha esto, seduce a la reina y llega a convertirse en tirano al matar al rey.

Claramente no pretendemos entrar en el extenso debate que esta simple historia puede abrir, pero sí podemos volver a hacernos la misma pregunta con la que empieza esta columna. ¿Acaso las personas hacen el bien hasta que tienen la oportunidad de hacer el mal? Giges era probablemente un pastor con una conducta recta, pero bastó que tuviese la facultad de hacer cosas que nadie podría ver, para actuar de manera reprochable.

Nos referimos a personas completamente sobrepasadas por el ejercicio de ciertas facultades y esclavas de los poderes que ostentan. Lamentablemente no estamos hablando de Frank Underwood o Cyrus Beene, personajes ficticios que harían todo por seguir disfrutando de sus anillos, estamos hablando de nuestra realidad.

Los cuestionamientos al sector público argentino, por ejemplo, son dignos de cualquier drama político. Las acusaciones no tan sólo son graves, sino que demuestran una decadencia que muy pocas veces puede ser imaginada en cualquier sistema político.

Lamentablemente este accionar no se enmarca sólo en el país trasandino. Los yates o financiamientos ilegales en Chile son una dolorosa muestra de ello. Y créanme cuando digo dolorosa. ¿Acaso en nuestro país estamos actuando de buena manera hasta que tenemos la oportunidad de hacer lo contrario sin que nadie nos vea?. Sabemos que no es una pregunta inocente ni accesoria, pero quizás simplemente no queramos contestarla por miedo a su respuesta.

Y esto no sólo queda ahí, sino que sigue con coimas, con cegueras temporales y con fraudes en los distintos niveles territoriales. Todo sea por asegurar el dominio de nuestro anillo por un tiempo más.

Sólo queda una cosa, ser duros con nosotros mismos y preguntarnos cómo actuaríamos si tuviésemos en nuestras manos el anillo de Giges. Difícil pregunta, pero fundamental si queremos una sociedad plena.

Lo más leído