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Sobre fraudes y filtraciones

Enrique Marshall Rivera Economista, ex presidente de BancoEstado

Por: Enrique Marshall Rivera | Publicado: Jueves 16 de agosto de 2018 a las 04:00 hrs.
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Enrique Marshall Rivera

Los fraudes y las filtraciones que hemos conocido en las últimas semanas han despertado una fuerte ola de críticas a los bancos, muchas destempladas y parciales. Por cierto, estos hechos no pueden ser soslayados livianamente y requieren de una adecuada atención. Sin embargo, cualquier evaluación rigurosa debe ser hecha incorporando todos los elementos que corresponden. Estos son algunos antecedentes y observaciones que no pueden quedar fuera de este análisis.

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Primero, los datos duros disponibles muestran que los fraudes en nuestro país se mantienen en niveles bajos y acotados. Es posible que algunos tipos de ilícitos no estén bien reportados, pero los relacionados con el uso de tarjetas sí cuentan con registros suficientemente confiables que confirman lo señalado. Además, muestran que los fraudes no alcanzan niveles más altos que en países comparables.

Segundo, cualquier evaluación sobre estos asuntos debe considerar los riesgos, pero también los avances observados por el sistema bancario, particularmente en materia de cobertura e inclusión. De igual forma, si evaluamos una inversión financiera debemos ponderar no sólo el riesgo asociado, sino también su rentabilidad. Este es un punto muy relevante, porque la masificación de las prestaciones, fenómeno que ha ocurrido en Chile, intensifica los retos operacionales y tecnológicos. Si se busca avanzar en inclusión es inevitable asumir nuevos riesgos.

Por cierto, ello trae aparejada la tarea de gestionarlos y mitigarlos adecuadamente. La experiencia de la CuentaRut es ilustrativa. Si se hubiese optado por actuar con completa seguridad, simplemente no existiría. Por ello, la evaluación de proyectos de este tipo requiere siempre de una perspectiva larga y no puede ser hecha con fotografías instantáneas.

Tercero, la acción delictual contra los bancos y sus clientes no es nueva, ni surgió con la computación o la telefonía móvil. Recordemos, por ejemplo, el fraude perpetrado por Jaramillo en las bóvedas del Banco Central, los ilícitos cometidos por los cajeros de banco cuando la conciliación de sus operaciones se hacía manualmente, y los engaños perpetrados a los clientes mediante el expediente del “balurdo”. Traigo esto a colación no para justificar lo sucedido, sino para notar que los delincuentes han operado siempre y que lo seguirán haciendo.

Finalmente, la seguridad es una tarea no sólo de los bancos. Ello es particularmente claro en el caso de las tarjetas. Los clientes y los puntos de venta tienen también una responsabilidad, y bien vale revisar la ley de cuentas corrientes. Uno de sus artículos señala que, en caso de falsificación de un cheque, el banco será responsable sólo si la firma del titular es “visiblemente disconforme” con la que consta para fines de cotejo. Con ello, la ley establece con absoluta claridad que existe un ámbito de responsabilidad para el titular de la cuenta corriente.

Esto tiene un importante corolario. Si existe una contingencia para el cliente, la contratación de un seguro contra fraudes, contrariamente a lo que han señalado muchos, adquiere plena justificación.

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