Columnistas

Soplan vientos de cambio

SUSANA JIMÉNEZ SCHUSTER Economista

Por: SUSANA JIMÉNEZ SCHUSTER | Publicado: Viernes 21 de enero de 2022 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

SUSANA JIMÉNEZ SCHUSTER

Todos queremos lo mejor para Chile y en eso no hay diferencia ideológica. El puerto de destino es mejorar la calidad de vida de los chilenos. Las discrepancias están en cómo lograrlo. El viento de cambio ha comenzado a soplar y estamos tomando rutas distintas a las de travesías pasadas.

Es difícil responder por qué se instaló la idea de cambiar de rumbo. Los resultados obtenidos en las últimas décadas daban cuenta de grandes progresos en términos materiales, especialmente en superación de la pobreza y reducción de la desigualdad. Pero, por alguna razón, leímos mal la carta de navegación y los buenos indicadores nos impidieron ver el descontento que se estaba incubando. ¿Qué falló? ¿Qué ola escoró el barco?

Imagen foto_00000001

Quizá lo que se veía óptimo en la teoría, no lo fue para las personas concretas. Muchas políticas públicas fueron muy eficientes, pero igual necesitaban adaptarse para atender necesidades urgentes. En jerga financiera, si bien el valor presente era positivo, la tasa de descuento -el costo de la espera- fue demasiado alto para que algunos compatriotas pudieran valorar los resultados de largo plazo.

Un ejemplo fueron las pensiones. El modelo chileno, imitado en otros países, logró incentivar el ahorro, generó una rentabilidad extraordinaria y creó un mercado de capitales profundo que permitió disponer de créditos para financiar viviendas e inversiones, todo ello sin perder un peso en el camino. Sin embargo, solo los que cotizaron durante toda su vida laboral obtuvieron lo proyectado y no se calculó que muchas personas tendrían lagunas o trabajarían informalmente, lo que se tradujo en bajas pensiones. El pilar solidario fue insuficiente y las mejoras regulatorias no llegaron, debilitando la confianza en el sistema.

En salud, los seguros privados permitieron la creación de servicios de calidad que a pesar de sus imperfecciones, brindaron una mejor atención que el sector público, donde los pacientes enfrentan una atención precaria y largas listas de espera. Algo similar pasó con la educación escolar, donde buenos colegios privados conviven con una deficiente oferta pública. No atender estas diferencias alimentó la percepción de desigualdad y un creciente resentimiento hacia las élites.

Las empresas chilenas se globalizaron y el PIB aumentó en pocos años, lo que debiera enorgullecernos. Los pocos, pero graves casos de colusión golpearon la credibilidad del libre mercado, y la regulación ambiental, pese a sus mejoras, también fue cuestionada por el daño provocado por algunas actividades productivas.

Estos problemas pudieron corregirse y no abordarlos a tiempo trajo consigo una marea refundacional, que no valora los cimientos existentes, porque sueña con ser la primera piedra.

Las soluciones van desde limitar proyectos educativos y eliminar AFP e ISAPRES, hasta decrecer, para evitar cualquier afectación al ambiente. Viejas y fracasadas recetas están de vuelta, como el reparto en pensiones, el intervencionismo estatal, la eliminación de la provisión privada de bienes públicos y las políticas industriales.

No sorprende que la idea del gobierno electo sea un cambio de timón. No espere moderación, pues ya emprendimos la aventura y la tripulación es temeraria. Si nos lleva al destino que buscamos, con una travesía en calma, bienvenido. La preocupación es alejarse del destino y que contemplemos los próximos 30 años con más recriminaciones que logros. Mientras dure el viaje, bueno sería pensar qué hicimos tan mal que nos entró agua al bote, y cómo lo reparamos y juntamos fuerza para mantener el rumbo y arribar a buen puerto.

Lo más leído