Trasformación Digital | Perdí el miedo a la Inteligencia Artificial
Ángel Izurieta, socio de los servicios de Tecnología e Innovación de EY
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Ángel Izurieta
Recientemente tuvimos al Ministro de Ciencia y Tecnología en un encuentro con distintas empresas para conversar de la política de Inteligencia Artificial que se está desarrollando en Chile. Normalmente en instancias como ésta o conferencias donde me invitan a exponer surge la pregunta: ¿cuánto trabajo será reemplazado por esta tecnología disruptiva?
Como me pasa cuando analizo estos temas, me acordé de mi padre, un emprendedor que no estudió en la universidad y que a punta de esfuerzo consiguió logros importantes en una industria compleja como la del calzado. Hace 25 años, mientras yo estudiaba ingeniería, en el ramo de Sistemas de Información, se nos ocurrió desarrollar un proyecto de "digitalización" de la fuerza de venta, para que los vendedores tuvieran un catálogo electrónico en un computador de todos sus productos para atender a sus clientes de manera más eficiente. El proyecto recibió muy buena crítica (y nota) y conversando con mi papá le pregunté: ¿qué pasaría con esta fuerza de venta que tendría mucho más tiempo para ejecutar sus tareas dada esta plataforma digital? En ese momento él me dijo algo que nunca más se me olvidó: "Hijo, no hay que tenerle miedo a la "modernidad", sólo piensa que yo llevaba la contabilidad de la empresa en libros físicos y hoy tengo un sistema que me ayuda a hacer mi trabajo infinitamente mejor". Esta frase hizo que mis ganas de vincularme a temas de tecnología nunca más se perdieran.
Esto sucedió a comienzos de la década del 90, en una conversación con alguien sin título universitario, pero que al menos veía que la tecnología jugaría un papel esencial en el desarrollo de su empresa y que a pesar de todos los cambios que vivió en sus siguientes 15 años laborales hasta que jubiló, nunca consideró ese avance como algo de preocupación, por el contrario, lo vio como una ventaja competitiva para su compañía.
Si miramos la actualidad, la Inteligencia Artificial (IA) es una tecnología que se considera como invisible porque está en muchos ámbitos de nuestra vida sin darnos cuenta: algoritmos de búsquedas en Google y de recomendación en plataformas como Netflix o Spotify, optimización de rutas en Waze, robots que limpian pisos y ventanas, el despliegue de feeds y publicidad en Facebook, el uso de chatbots en comercios electrónicos y asistentes virtuales como Alexa o Siri y el reconocimiento facial en un teléfono móvil.
Esto no es muy diferente cuando miramos las empresas en Chile donde hoy ya contamos con centros de distribución robotizados, algoritmos que optimizan el consumo de energía en las plantas y la producción, modelos de elasticidad de precios dinámicos o sistemas de reconocimiento facial para el control de evasión en el metro de Valparaíso, entre muchos otros casos.
Y un dato más, en las últimas Fiestas Patrias hubo 1.083 accidentes con 24 fallecidos, donde más del 90% de ellos se debieron a fallas humanas como imprudencia, velocidad, alcohol o drogas. ¿Si pudiéramos revertir esto con autos autónomos que utilizan sistemas de Inteligencia Artificial, no sería una tremenda noticia? Yo al menos no tengo duda.
Volvamos entonces: ¿perderemos nuestro trabajo por esta tecnología? Yo no lo creo, los seres humanos somos extraordinarios en muchos sentidos y tenemos características que nos hacen irremplazables como la imaginación, la resiliencia ante la adversidad, la cooperación colectiva y la confianza a través de una comunicación auténtica. La IA nos seguirá complementando en el trabajo, pero al final del día, ¿de qué se trata el futuro laboral, se trata de más robots o se trata de más seres humanos extraordinarios? ¡Yo al menos apuesto por nosotros!