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Un hombre sin un plan

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Durante la reciente campaña para las elecciones presidenciales, las encuestas de la opinión mostraron constantemente que la economía -y, en particular, el empleo- era la preocupación número uno de los votantes. El opositor republicano, Mitt Romney, intentó capitalizar esa cuestión, al afirmar: “Los planes del presidente no han dado resultado: no tiene un plan para poner en marcha la economía”.

No obstante, Barack Obama fue reelegido. Puede que el resultado refleje la ligera mejora de la economía en el momento de las elecciones, pero la victoria de Obama podría ser también un testimonio de la comprensión básica de los votantes sobre la realidad económica.

Tampoco Romney tenía una cura milagrosa, pero intentó aprovechar el sesgo de los votantes en pro de la ilusión, con sus promesas de reducción del tamaño de la Administración y de los tipos impositivos. Eso daría resultado, si fuera cierto que la forma mejor de conseguir la recuperación económica fuese dejar más dinero en la mesa para los individuos, pero el electorado no sucumbió a la ilusión.

En un principio, Obama tuvo un equipo maravilloso de asesores económicos, incluidos Lawrence Summers, Christina Romer, Austan Goolsbee y Cass Sunstein, pero ya no queda ninguno de ellos.

Hoy el asesor económico más poderoso en la Casa Blanca es Gene Sperling, jefe del Consejo Económico Nacional (NEC), organismo creado en 1993 por Bill Clinton para que fuera su fuente principal de política económica. Como ese cargo no requiere la aprobación el Congreso, el presidente puede nombrar a quien quiera, sin que el Senado lo someta a su escrutinio. Ésa es la razón por la que Obama podía nombrar a una persona de tanto talento, pero políticamente impopular, como Summers, el ex presidente de la Universidad de Harvard.

Sperling no es ni de lejos tan conocido como Summers, pero su historia de influencia en la administración es asombrosa; de hecho, ha estado en el pináculo del poder en materia de política económica en EEUU durante casi un decenio.

En su libro de 2005 “El progresista pro crecimiento” figuran muchas ideas sobre cómo hacer que la economía funcione mejor. Ninguna es grandiosa, pero juntas podrían ayudar en gran medida. Algunas de dichas ideas iban incluidas en la Ley de puestos de trabajo americanos, que podría haber tenido algunos efectos reales, si el Congreso la hubiera aprobado en 2011.

Sperling es fundamentalmente diferente del típico economista académico, que suele centrarse en el avance de la teoría económica y la estadística. En determinado punto de su libro, Sperling dice en broma que tal vez EEUU necesite un tercer partido político, llamado “Partido de la Humildad”. Sus miembros reconocerían que no hay soluciones milagrosas para los problemas económicos de Estados Unidos y se centrarían en las “opciones prácticas” de que se dispone en realidad para hacer las cosas un poco mejor.

De hecho, los americanos no necesitan un nuevo partido político: con la reelección de Obama, los votantes han respaldado precisamente ese credo del idealismo pragmático.

Copyright: Project Syndicate, 2012


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