Orden espontáneo
Valentina Verbal Historiadora, investigadora asociada de Horizontal
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Valentina Verbal
Célebre todavía resulta el término “orden espontáneo”, asociado al pensamiento de Friedrich Hayek. Pese a que se trata de un concepto conocido, sobre él existen algunos malos entendidos, tanto desde el socialismo como desde el conservadurismo.
Desde el socialismo, se tiende a criticar a Hayek por no ser consecuente con su teoría, puesto que mientras por un lado promueve un orden espontáneo para la sociedad, por el otro defendería un orden jurídico y constitucional “constructivista”, ya que se basaría en un conjunto de reformas estructurales a favor de lo que ese polo del espectro ideológico suele denominar “neoliberalismo”.
Desde el conservadurismo, por su parte, se tiende a esgrimir la tesis de que la noción de orden espontáneo se opondría a la existencia de un orden jurídico impulsado por el Estado, o incluso por los movimientos sociales, especialmente cuando ese orden apunta a modificar instituciones sociales, como la familia y la vida sexual. Dicho de otra forma, la idea de orden espontáneo se acercaría a la de tradición cultural e incluso de “naturaleza”, tanto en su dimensión biológica como ética.
Sin embargo, ambos polos del espectro están equivocados, porque precisamente la idea de orden espontáneo se basa en una determinada concepción del derecho (fue desarrollada con mayor profundidad en “Derecho, Legislación y Libertad”, obra publicada en 1973). En esta concepción, el pensador austriaco opone el orden espontáneo como un orden jurídico (nómos), que permite que todos los fines individuales puedan desplegarse con igualdad de derechos, a otro (táxis), en el que el Estado buscaría subordinar esos fines a un supuesto fin superior de carácter colectivo.
Pero lo anterior no significa que el orden espontáneo se reduzca únicamente a un derecho consuetudinario o equivalga a la ausencia total de reglas escritas. Significa que las reglas —sean escritas o consuetudinarias— deben definir espacios de libertad individual, tanto a nivel privado (derecho privado) como público (por medio de una Constitución, a la manera del liberalismo clásico) de modo que el poder quede limitado y, por tanto, los derechos de los individuos a salvo de la tiranía.
En consecuencia, se trate de un derecho escrito o no, lo importante para Hayek es que el derecho instaure reglas del juego para el ejercicio de la libertad de todos. Y no sólo en materia económica, valga aclarar, sino en todos los ámbitos de la vida humana. Así como Hayek combatió con fuerza el socialismo, emblemáticamente en “Camino de servidumbre” (1944), también hizo lo propio en contra del conservadurismo, como se aprecia en sus obras posteriores.
Ambas visiones —socialismo y conservadurismo— dan cuenta de un antropomorfismo que el austriaco rechazaba con fuerza, porque ambas ven a las sociedades como si fueran seres humanos con fines determinados, que se podrían conocer y planificar de manera deliberada. Vale la pena, creo, leer al Hayek no sólo economista, sino también filósofo. Y hacerlo no desde la caricatura de lado y lado, sino desde el conjunto de su obra.