¿Y el largo plazo?
Joanna Davidovich, directora ejecutiva del Consejo del Salmón
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Joanna Davidovich
La reactivación económica está en plena marcha, según señaló el Banco Central en su último IPOM. Proyecta que el crecimiento del PIB aumentará entre 8,5 y 9,5% en el año, impulsado por las transferencias fiscales, un escenario mundial muy favorable y la mejor adaptación de la economía a la pandemia.
Sin embargo, la revisión que hizo el Banco Central de la capacidad de crecimiento de largo plazo de la economía es preocupante. Se redujo la proyección del PIB tendencial de 3,5% en promedio a 2,8% para esta década y a 1,7% entre el 2026-2030, y se amplió el rango de estimación por mayor incertidumbre. La explicación principal, menor productividad, sustentada en una tendencia decreciente desde mitad de los 90.
El crecimiento tendencial de Chile se ha ido reduciendo sistemáticamente en la última década. Sabemos que el crecimiento es un factor fundamental para aumentar las oportunidades de las personas, el progreso y mejorar su calidad de vida. ¿Estamos destinados a crecimientos tan bajos?
Es posible revertir la caída que ha sufrido nuestra capacidad de crecimiento, pero eso requiere, en primer lugar, que sea un objetivo prioritario para el país, y luego, de las políticas públicas adecuadas para lograrlo. Distintos rankings internacionales -como el de competitividad del Foro Económico Mundial- muestran los mismos desafíos pendientes año tras año y, existen múltiples iniciativas en varias agendas realizadas por los distintos gobiernos y gremios para abordarlos, pero cuesta avanzar en su implementación. En esta línea, es altamente deseable que el proceso constituyente que está partiendo incorpore en su diagnóstico el magro pronóstico del Banco Central y se tenga presente lo que Chile requiere para crecer.
El crecimiento de largo plazo depende de la fuerza de trabajo, de la inversión y de la productividad. La crisis sanitaria aumentó el número de personas desempleadas. El cierre de colegios, que impiden a madres salir a trabajar y las restricciones sanitarias en sectores económicos en que hay mayor contacto entre personas, intensivos en empleos femeninos, han impactado fuertemente la participación laboral femenina, que iba creciendo en Chile. Hay espacio para una recuperación mayor pasada la pandemia, pero hay que poner el foco en el objetivo y facilitarlo. Esto requiere principalmente flexibilidad y regulación adecuada a los nuevos tiempos así como capacitación para la reconversión a nuevas oportunidades.
Para aumentar la inversión, como bien lo ha sistematizado la Comisión Nacional de Productividad, el diagnóstico es claro. Cada vez es más difícil ejecutar proyectos por largos plazos de trámites y múltiples permisos, mayor carga regulatoria y probable judicialización. Se requiere un Estado facilitador, más eficiente, más digital y una modernización regulatoria para las nuevas realidades del siglo XXI.
También debemos aumentar la productividad, para lo cual es fundamental tener mercados altamente competitivos, que permitan a nuevos emprendedores y talentos desafiar a las empresas existentes, y así promover la innovación, que permita el surgimiento de nuevas ideas, procesos productivos más eficientes y la adopción de nuevas tecnologías para los distintos desafíos.
Aumentar la capacidad de crecimiento de largo plazo requiere de un ambiente macroeconómico saludable, reglas claras para invertir y de un sistema político estable. Lograrlo es un imperativo que va en beneficio directo de las personas y de mejorar su calidad de vida, no debemos seguir postergándolo.