Editorial

21 de mayo: ¿Y el comercio internacional?

Álvaro Jana

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El crecimiento económico de Chile pasa por un mal momento. Sin medirse en función de lo que está sucediendo con otras economías emergentes de América Latina o con economías comparables a la nuestra –no seamos autocomplacientes- y estando conscientes de que obviamente hay factores exógenos internacionales a nuestras propias decisiones que han afectado el impulso de nuestra economía, lo cierto es que su estado actual así como las proyecciones de crecimiento preocupan y mucho, y, en gran medida, son consecuencia de factores propios entre los cuales se encuentran la forma y términos en los que se ha manejado la política macro y microeconómica durante este último tiempo.


El discurso del 21 de mayo de este año, como era de prever, hizo alusión al crecimiento y a le necesidad de adoptar medidas que fortalezcan el impulso económico. Sin embargo, no hizo referencia alguna a la política comercial de Chile ni a las iniciativas o estrategias de integración económico-comercial que tenemos en curso o planificadas como parte de los elementos esenciales que requerimos como país, precisamente, para lograr dicho impulso.


Chile es la economía en el mundo con el mayor número de acuerdos de libre comercio. Históricamente, nuestro grado de apertura comercial nunca ha bajado de un 60% y en general bordea el 70%. Esto quiere decir que el crecimiento económico, el PIB de Chile, depende entre un 60% a un 70% del comercio internacional, es decir, de nuestras exportaciones e importaciones. Junto a otros 11 países, nos encontramos ad portas de concluir las negociaciones del Acuerdo Trans-Pacífico o TPP, tratado comercial que creará la zona de libre comercio más grande que se conozca hasta ahora y cuyos compromisos y reglas tendrán un impacto enorme en prácticamente todos los ámbitos de nuestra economía y quehacer nacional incluyendo la inversión extranjera, el acceso a diversos mercados de destino, la competitividad de nuestras empresas, el empleo, la innovación, el desarrollo tecnológico, la salud y el acceso a los medicamentos, las compras públicas, licitaciones y concesiones del Estado, el medio ambiente y la participación de las empresas públicas en la actividad económica. La Alianza del Pacífico, que claramente requiere retomar urgentemente el dinamismo que tuvo y que la situó como uno de los procesos de integración más atractivos, reales y novedosos del mundo, es otra herramienta muy potente que bien administrada puede tener efectos positivos en nuestra economía insospechados.


En momentos como los actuales parece sensato que la Presidenta Bachelet y su gobierno pongan un mayor esfuerzo en dar a conocer el rol que esperan darle a la política comercial de Chile como aspecto central de la senda de crecimiento económico que tanto necesitamos recuperar.


Hablar de la necesidad de mayor impulso y dinamismo económico en un discurso como el del 21 de mayo y no dedicar siquiera una palabra o mensaje a las relaciones económicas internacionales como parte de ello, simplemente no es una buena señal y no calza con un país como Chile.

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