Editorial

Ante la pobreza, realismo y madurez política

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A inicios de la década pasada, cuando América Latina aún vivía el boom de los commodities que partió a inicio del siglo, el desafío de Chile era cumplir el postergado anhelo de convertirse en un país desarrollado, algo que ya era parte de la retórica política desde mediados de los años 90 (la meta se alcanzaría “en la próxima generación”, se decía por entonces).

Esa esperanza tenía sustento, por cierto, en los importantes avances que el país había logrado consolidar en materia de progreso socioeconómico, en especial, una reducción de la pobreza que no tenía símil en el continente, en alcance o rapidez.

La pobreza vuelve a ser un desafío en alza y enfrentarlo debe ponerse al centro de las políticas públicas,

Diversos indicadores apuntan a que, por diversas razones, esa dinámica se ha desacelerado en años recientes. De hecho, hay señales de retroceso en algunos ámbitos, como el aumento en el número de campamentos que registró el catastro del Ministerio de Vivienda este año, tendencia que también constatan mediciones como la que realiza Techo-Chile.

Que una parte importante de esas personas hoy sean migrantes es, sin duda, otra muestra de la falta de una política migratoria ordenada durante la última década, y de posteriores falencias para enfrentar los efectos de su componente ilegal; pero también de una economía que ofrece menos oportunidades para todos y que, para el conjunto de la población, está hoy más lejos que antes de dar el salto al desarrollo.

Lo cierto es que la pobreza vuelve a ser un desafío y enfrentarlo debe ponerse al centro de las políticas públicas, más aun cuando el escenario económico apunta a mayores presiones sobre los precios, el empleo y la inversión en el corto y mediano plazo.

Ante esta realidad, los esfuerzos del Gobierno deben centrarse en focalizar recursos (escasos) en los grupos que más los necesitan y en propiciar condiciones -como la seguridad y el control de delito entre las más urgentes- desde las cuales pueda comenzar la reactivación de la economía. Desde ese enfoque de realismo, responsabilidad social y madurez política será posible retomar la senda del crecimiento y el progreso, para eventualmente acercarnos una vez más al postergado desarrollo.

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