Desde que el Financial Times mencionó a Chile en el grupo de las economías más frágiles frente al retiro de estímulos en Estados Unidos, la discusión no ha cesado en torno si es o no justo meter a nuestro país y otros emergentes, como es el caso de Perú, en el mismo saco.
Si bien el inicio de la retirada del estímulo monetario de la Reserva Federal ha golpeado fuertemente a los emergentes y también ha dejado de manifiesto que los países tienen similitudes, al hacer un exhaustivo análisis surgen diferencias que ponen de relieve las particularidades que pueden llegar a marcar diferencias profundas, no menores y que desvirtúan las comparaciones.
El problema es que la agitación financiera -marcada por la salida de flujos desde los emergentes- ha jugado en contra, haciendo que los inversionistas no cambien sus modelos de comparación y aglomeren a todas las economías en un mismo grupo, no reparando en detalles, ni fundamentos.
Ante ello se hace necesario enfatizar y destacar las diferencias ante los analistas e inversionistas. En este sentido, una de las principales diferencias en términos macroeconómicos es el déficit de cuenta corriente, ya que hay países con desequilibrios manejables, y otros que tienen superávit o fuertes déficit. Asimismo, no se pone en el análisis el tamaño de las economías. No es lo mismo comparar a Chile y Perú, pequeñas y especializadas, con otras como México, India o Brasil, diversificadas y de gran tamaño, lo cual les da una posibilidad menor de reaccionar a tiempo.
El factor político también debiera gravitar a la hora de mirar a los mercados emergentes. Desafortunadamente, los inversores siguen apostando al “benchmarking”.