Editorial

Perspectivas para la región y Chile

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América Latina se apresta a terminar un año de menor crecimiento económico al anticipado originalmente. Así lo revelan las estimaciones de la banca de inversión y las mismas proyecciones planteadas esta semana por la Cepal.

De acuerdo con la entidad, el Producto Interno Bruto (PIB) de la región se expandirá 2,6% durante este ejercicio, lo que contrasta con una variación de 3% prevista en julio. Esta baja en el ritmo de actividad respondería al efecto conjunto de un menor dinamismo de la demanda externa, una mayor volatilidad financiera internacional y una caída en el consumo.

Es decir, todos factores que además explican la desaceleración de la economía chilena, para la cual la entidad -acorde con las cifras oficiales- prevé un aumento de 4,2%.

De cara al próximo año, los pronósticos de la Cepal mejoran algo para el promedio de América Latina pero sin alejarse de la medianía del 3% y asumiendo situaciones de baja actividad, como en el caso de Brasil, y otros riesgos evidentes. Entre estos últimos, está la amenaza de la persistente volatilidad en la economía internacional y el mayor costo del financiamiento externo.

Dado lo anterior, parece razonable que los distintos países miren con cautela aquellas políticas públicas que puedan tener algún impacto en el mundo económico, en especial -como ocurre en Chile- cuando se espera un cambio de gobierno.

Las nuevas ideas, legítimas y propias de autoridades entrantes, deben procurar fortalecer el crecimiento de la actividad productiva, que ha demostrado en las últimas décadas un soporte crucial para el bienestar de la población a través del empleo.

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