Esta semana se hizo pública la inflación estadounidense de octubre y el resultado es de espanto. Por primera vez en 25 años la inflación anual superaría el 4%. Los mercados, era que no, tomaron mal la noticia y se desplomaron. Como buen tema que involucra a los economistas, las explicaciones del fenómeno no están del todo claras.
Para algunos es un efecto meramente transitorio asociado a la baja de precios que ocurrió en muchos rubros en la pandemia y que ahora se estarían ajustando, otros responsabilizan a las grandes cantidades de dinero que inyectaron los gobiernos para ayudar a sus gobernados en medio de la crisis y una parte de aquello habría generado una presión por parte de la demanda.
Están también los cuellos de botella en una serie de sectores productivos que tienen sin abastecimiento a diversas industrias, a lo que se suman los problemas en el flete de los productos. En fin, un cóctel que ha mostrado sus efectos a nivel global y tiene a Alemania, en la despedida de la monumental Merkel, con la mayor inflación desde la adopción del euro y a China con fuerte presión sobre los precios de los productores, lo que de trasladarse a las exportaciones podría acelerar aún más el proceso.
Por supuesto Chile no ha sido ajeno al fenómeno global, y nuestros precios trepan para angustia de gran parte de la población. Nuestros parlamentarios no han encontrado nada mejor que financiar sus reelecciones con la plata de la jubilación del electorado.
Con ello no solamente dañan las pensiones de varias generaciones sino que además agregan acelerante a las presiones inflacionarias. Unos servidores públicos que la historia recordará.
En medio de este ambiente se votó el cuarto retiro en el Senado, donde vimos desdecirse de sus palabras públicas a prohombres de la ex Concertación como Lagos Weber y Carlos Montes, que escribieron cartas y dieron entrevistas en diversos medios señalando lo dañino del cuarto retiro, para terminar tristemente apoyándolo con su voto.
Así es la política dirá usted, pero creo que como en todo hay límites y cuando se le está infligiendo un daño conocido a los más desfavorecidos y vulnerables no hay explicación de realpolitik que valga.
Frente a la actitud zigzagueante y blandengue de sus colegas varones se engrandece la figura de la senadora Goic, quien enfrentando matonescas presiones se mantuvo firme y con su voto, probablemente, puso a fin al desquiciamiento en que nos habían metido nuestros parlamentarios.
Lo que vino después habla del deterioro grave en que está sumida nuestra clase política, Declaraciones de una bajeza sorprendentes, partiendo por los camaradas de partido de Goic, incluida la candidata presidencial y, por supuesto, las redes sociales haciendo lo suyo llegando a la perversión de recordarle el cáncer que sufrió la parlamentaria.
La dignidad de Goic para enfrentar los ataques, y rescatar el valor de hablarles a los chilenos con la verdad, ha sido aire fresco en medio de la nube tóxica en que estamos metidos. Sus compañeros en cambio ahí quedaron desnudos con su realpolitik y además derrotados; si van a quedar como alguien sin principios, al menos, que hubiese valido la pena el bochorno.
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