El 13 de mayo, la Inmaculada y los signos de la historia
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 11 de mayo de 2012 a las 05:00 hrs.
Por Vittorio Messori
También el Corriere ha recordado, con una página completa, los veinte años desde lo acontecido en una parcela en Viskuli, en el bosque de Pushcha, en Bielorrusia. Los primeros presidentes elegidos democráticamente por las tres repúblicas eslavas de la URSS -Rusia, Ucrania, Bielorrusia- suscribieron el documento que ratificaba “la cesación de la Unión Soviética en cuanto entidad estatal” y el desmembramiento del primer Estado comunista de la historia. Era una decisión imprevista, no sólo para los acostumbrados “expertos”, sino también para los protagonistas mismos del encuentro. Lo que se deseaba no era el fin de la URSS, sino un pacto federal renovado, y sin embargo, pocos días después, en la noche de Navidad, la bandera roja con la hoz y el martillo era arriada para siempre de la cúpula más alta del Kremlin y en su lugar subía nuevamente el tricolor del imperio de Pedro el Grande.
El ruso Yeltsin, el ucraniano Kravchuk y el bielorruso Shushkevich firmaron el documento en que la segunda potencia mundial decidía suicidarse el 8 de diciembre de 1991. Era el día de la solemnidad litúrgica de la Inmaculada Concepción. ¿Cómo impedir a los creyentes pensar en las palabras de la Señora de Fátima, palabras pronunciadas en 1917, en perfecta coincidencia con la toma del poder por parte de Lenin? “Rusia esparcirá sus errores en el mundo, provocando guerras y persecuciones contra la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, naciones completas serán aniquiladas”. Con todo, la Aparición terminaba diciendo ante esos tres niños que ignoraban incluso la palabra Rusia: “Pero al final mi Corazón Inmaculado triunfará”. El final anunciado en 1917 por la Inmaculada llegaba no sólo en “su” día, sino en la vigilia de los 70 años de la fundación oficial de la URSS. Aquí los creyentes podían pensar en el Salmo 90: “Vivimos setenta años…”. Y setenta es también la duración máxima de esas acciones del hombre basadas en la persecución de toda religión. ¿Y qué decir del simbolismo, por demás explícito, de esa bandera del primer Estado oficialmente ateo de la historia, que era arriada del Kremlin, ante las televisiones del mundo, en el día en que el calendario gregoriano, seguido por la mayoría de los cristianos, celebra el nacimiento de Cristo?
Como es justo -en la perspectiva del Dios bíblico que se revela y al mismo tiempo se oculta, dejando a la libertad del hombre la elección entre la acogida y el rechazo-, como es justo, por tanto, si los creyentes ven aquí “signos”, para los incrédulos sólo hay coincidencias. Estas coincidencias parecen atraídas no obstante por ese enigmático 8 de diciembre.
Veamos esa otra historia realmente especial de la bandera europea. El Consejo de Europa llamó en 1950 a concurso internacional para una bandera del continente. Participaron centenares de artistas y diseñadores gráficos, pero los bocetos –los más numerosos- que incluían una cruz fueron rechazados por los socialistas y los laicistas en general. Sólo en 1955, la comisión presidida por Paul Lévy, un judío, eligió una bandera azul con 12 estrellas de oro en el centro dispuestas en círculo. La idea gustó, de manera que en 1986 se adoptó la bandera como oficial incluso por la Comunidad Europea, sólo cambiando en plata el oro de las estrellas. Hubo, sin embargo, desconcierto y queja en muchos cuando se supo lo que había detrás: el autor era Arsène Heitz, un diseñador gráfico belga poco conocido, ferviente devoto mariano. El azul es el color de la Virgen y las estrellas son las que rodean la cabeza de la Mujer del Apocalipsis en la cual la Tradición reconoce a María. En cuanto al doce, corresponde a las doce tribus de Israel, a los doce apóstoles y a las doce estrellas que hay en la Medalla Milagrosa deseada en 1830 por la Virgen misma y que Heitz siempre usaba en el cuello como buen devoto; pero hay más, ya que para la firma solemne del documento que adoptaba la bandera, en 1955, se buscó una fecha conveniente para todos los políticos que acudían a Estrasburgo desde toda Europa. Nadie se percató en el Consejo de que el día elegido no era como los demás, para los creyentes: era de hecho, también en ese caso, el 8 de diciembre. Y la Medalla que sirvió de modelo al diseñador gráfico tiene grabada una invocación precisamente a la Inmaculada Concepción.
Veamos otro caso, entre muchos posibles, de coincidencia para algunos y signo para otros. Es un caso en que la historia de la URSS se enlaza una vez más con Fátima. En 1945, Moscú obtuvo la zona más importante, la de Viena, de las cuatro en que fue dividida Austria por los aliados. Molotov, Ministro de Relaciones Exteriores soviéticos, dijo y repitió que Moscú jamás se retiraría de lo que había ocupado, y todos esperaban que, tal como en Praga, los comunistas organizaran un golpe de Estado para tomar el poder en toda Austria. Incluso las cancillerías occidentales parecían resignadas; pero no se resignó un franciscano, el padre Petrus, que de regreso de la cárcel precisamente en la URSS, fue en peregrinaje al santuario nacional austríaco, en Mariazell.
Allí lo sorprendió una voz interior que le dijo: “Rezad todos el Rosario y vuestra Patria estará libre de peligro”. Siendo un buen organizador, el padre Petrus promovió una “Cruzada nacional del Rosario”, en el espíritu explícito de Fátima, que en corto tiempo agrupó a millones de austríacos, incluido el Canciller mismo, Leopold Figi. Día y noche se reunían grandes masas en las ciudades y en el campo, recitando la corona, y en Viena se hacían imponentes procesiones, vigiladas con hostilidad, en su sector, por el Ejército Rojo. Pasaron los años sin que la ocupación cesara, dada la obstinación rusa, pero el pueblo no se cansaba de rezar.
Y es así como en 1955 la URSS comunicó estar dispuesta a devolver la independencia a Austria a cambio de la neutralidad. Los gobiernos occidentales se sorprendieron ante esta decisión inesperada y única, tanto antes como después: nunca, como recordara Molotov, nunca la URSS aceptó retirarse espontáneamente de un país ocupado; pero no se sorprendieron quienes desde hacía años rezaban por la “Cruzada del Rosario”: efectivamente, la Conferencia internacional que condujo en dos días al Tratado sobre el fin de la ocupación se inauguró, con la debida solemnidad, en el ex palacio imperial de Viena el 13 de mayo, es decir, en el aniversario de la primera aparición de Fátima.