El péndulo a la derecha ¿hasta cuándo?
CECILIA CIFUENTES Economista, directora Centro de Estudios Financieros del ESE, UAndes
Frente a un triunfo tan contundente como el del domingo 14, es útil hacer un poco de historia. El paso del tiempo permite ver hoy con mayor claridad que en Chile el péndulo político comenzó a moverse hacia la izquierda en el primer Gobierno de Sebastián Piñera. Una parte importante de ese sector interpretó la llegada de la centroderecha a La Moneda como el fracaso de los llamados autocomplacientes, traspasando la hegemonía al otro grupo, los autoflagelantes, a los que se sumaron comunistas y jóvenes frenteamplistas, convencidos de que la izquierda había cedido demasiado con la política de los acuerdos.
El fenómeno tuvo además mucho que ver con la bonanza del cobre, que erróneamente llevó a muchos a pensar que la mejora constante del ingreso nacional estaba asegurada, y que había llegado el momento de repartir, a través de derechos sociales más universales y generosos. Bastaba observar las discusiones presupuestarias de esos años; todo parecía mezquino. ¿Por qué ahorrar si existían demandas sociales pendientes? Durante la década del boom del cobre (2003–2012), mientras el PIB creció a una tasa promedio de 4,9%, el gasto fiscal se expandió a un ritmo de 7%.
“La tarea es ardua, por lo que la meta principal de Kast debiera ser entregar la banda presidencial a un representante de una coalición amplia, que vaya desde el centro hacia la derecha”.
La bonanza terminó en 2013, no solo por la caída del precio, sino principalmente por el aumento de los costos. Sin embargo, los derechos sociales siguieron ampliándose, aunque siempre por debajo de las expectativas, ya que la fuerte desaceleración del crecimiento dañó otros aspectos fundamentales del bienestar. Como era previsible, se resintió la sostenibilidad fiscal, a pesar de varias reformas tributarias que recaudaron bastante menos de lo esperado.
A estos problemas económicos se fueron sumando tensiones políticas, como herencia de reformas mal diseñadas e inspiradas en una bonanza transitoria. Ello explica que hoy añoremos la seguridad pública, el crecimiento basado en mayor inversión y empleo, y la responsabilidad fiscal, atributos más asociados a las ideas de derecha que de izquierda. Esto ayuda a entender el triunfo arrollador de José Antonio Kast, quien interpretó mejor que nadie estas demandas y logrará iniciar su gobierno con un alto apoyo ciudadano, pero también con expectativas difíciles de satisfacer, ya que requieren no solo mejor gestión -donde la vara está bastante baja- sino también cambios institucionales significativos, muchos de los cuales exigen apoyo parlamentario y resultan inviables en un período de cuatro años. Es además necesario revertir una situación de anomia, que se refleja en el bajo respeto efectivo de las normas. La tarea es ardua, por lo que la meta principal de Kast debiera ser entregar la banda presidencial a un representante de una coalición amplia, que vaya desde el centro hacia la derecha.
Por supuesto, como enseña la historia reciente, los vientos externos son un factor mucho más relevante de lo que se tiende a reconocer. Enfrentamos un mundo marcado por la incertidumbre y una creciente velocidad de cambio tecnológico. Por ahora, el entorno externo se está traduciendo en una fuerte mejora de los términos de intercambio, lo que podría ponernos al inicio de un nuevo ciclo de commodities. ¡Qué alivio! dirán muchos, ya que esto nos saca parte del problema de encima. Pero si aprendemos las lecciones del pasado, debemos aprovechar esta holgura para reconstituir el ahorro fiscal que tanto nos ayudó en años anteriores, sin distraernos de la tarea de responsabilidad fiscal, disciplina, reformas técnicamente bien diseñadas y acuerdos lo más amplios posibles, pues esta sigue siendo la única receta para que el desarrollo vuelva a ser una meta alcanzable.
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