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Columnistas

El enemigo íntimo del capitalismo

GONZALO BUSTAMANTE K. Profesor de la Facultad de Artes Liberales, UAI

Por: Equipo DF

Publicado: Miércoles 12 de noviembre de 2025 a las 04:00 hrs.

La crisis de Boeing es una radiografía de cómo el capitalismo puede socavar sus propias bases de legitimidad. Cuando una empresa antepone sistemáticamente sus márgenes trimestrales a la seguridad de los pasajeros y oculta fallos técnicos críticos, no está ejerciendo la libertad económica, sino que está cavando la tumba de la economía de mercado.

Murieron 246 personas en Etiopía e Indonesia, Boeing conocía los problemas del 737 Max y optó por minimizarlos.

Las acusaciones contra Klaus Schwab por crear un ambiente laboral tóxico ilustran la misma paradoja. El profeta del “capitalismo de stakeholders” presuntamente ejercía el poder con métodos que contradicen cualquier estándar ético básico. La hipocresía no podría ser más elocuente.

“Nadie hace más daño a la economía de mercado que los empresarios dispuestos a sacrificar la ética por la rentabilidad. Cada cada colusión es munición para quienes proponen alternativas estatistas”.

Los empresarios suelen identificar a su adversario en ideologías anticapitalistas o en reguladores excesivamente celosos. Sin embargo, el principal enemigo del mercado no se encuentra en La Moneda ni en el Congreso, sino en las salas de juntas donde se sacrifica la sostenibilidad por el lucro inmediato y donde la ética se reduce a relaciones públicas.

Chile conoce bien esta dinámica. Las colusiones en farmacias, papel higiénico y pollos no fueron inventadas por la izquierda: las llevaron a cabo empresarios que traicionaron las reglas básicas de la competencia. Cada caso fortaleció el argumento de quienes consideran que el mercado es intrínsecamente depredador.

Existe una relación directamente proporcional entre libertad económica y estándares éticos. La autonomía empresarial depende de la confianza pública en que los actores económicos no abusarán de ella. Cuando esta confianza se erosiona, la respuesta política es inevitable: más regulación, más fiscalización, más Estado.

Las visiones libertarias que promueven un “dejar hacer” sin restricciones olvidan esta ecuación fundamental. Hayek entendió que el mercado requiere un marco institucional robusto. Wilhelm Röpke insistió en que el capitalismo necesita fundamentos morales que no puede generar por sí mismo. Adam Smith entendía la moral y la economía como inseparables.

La clase política chilena ha perdido legitimidad por su propia torpeza. Nadie le ha hecho más daño a la política que los propios políticos. Del mismo modo, nadie hace más daño a la economía de mercado que los empresarios dispuestos a sacrificar la ética por la rentabilidad. Cada Boeing, cada colusión local, es munición para quienes proponen alternativas estatistas.

El mercado no necesita defensores retóricos. Lo que necesita es practicantes serios que entiendan que su mayor activo es la confianza pública, y que esta se construye lentamente y se destruye en un instante. Boeing tardó décadas en convertirse en sinónimo de excelencia aeronáutica. Le bastaron unos pocos accidentes evitables para convertirse en símbolo del capitalismo depredador.

Chile inicia un nuevo ciclo político. Si bajo un eventual Gobierno de derecha el empresariado cree que la sintonía ideológica lo exime de responsabilidad ética, no solo acelerará su propia destrucción: sepultará también el futuro de esa misma derecha.

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