El año 2015 fue muy positivo para Caja Los Andes. Alcanzamos más de 3 millones 900 mil afiliados, consolidándonos con el 54,1% de participación de mercado. Entregamos un total de MM$ 52.585 en beneficios sociales, cifra que se amplía a
MM$ 92.487 si consideramos el efecto multiplicador. Nuestros indicadores de endeudamiento, liquidez y solvencia están impecables y tenemos una holgada situación financiera, gracias a que contamos con una importante capitalización respaldada en líneas de bancos disponibles, y una línea para colocación de bonos por más de UF 5 millones.
Sin embargo, no estamos del todo contentos. La crisis reputacional que aqueja a la industria de Cajas de Compensación, producto de malas prácticas y fallas en las herramientas de control, nos tiene tremendamente ocupados. Y aunque no estamos frente a un problema sistémico, si no nos hacemos cargo ahora, corrigiendo los errores, el mercado dejará de creer en el modelo.
Somos actores de la seguridad social, y como tales, jugamos un rol clave en la economía del país. No podemos seguir en el terreno de la desconfianza y menos en la esquina del abuso. Debemos avanzar hacia una industria de cajas 2.0., con mejores prácticas, gestión más profesional y procesos de control eficientes, que nos ayuden a recuperar la confianza de los más de 7 millones de afiliados.
Tarea fundamental es mejorar el trabajo de los gobiernos corporativos y la administración, poniendo especial énfasis en el respeto por las reglas del juego y haciendo una correcta distribución de derechos y responsabilidades.
Asimismo, debemos ofrecer propuestas de valor real a nuestros afiliados, con beneficios que sumen y se usen. En Caja Los Andes estamos focalizando y optimizando los recursos para que cada peso invertido tenga un efecto multiplicador en la billetera de los afiliados. Ya no sólo importa el atractivo del beneficio, sino la cantidad de personas que lo recibirán, el impacto real que tendrá en el presupuesto de los afiliados, la vulnerabilidad del segmento (no es lo mismo mismo que el beneficio vaya a los adultos mayores y primera infancia que a otro segmento de la población) y la percepción y valoración de los afiliados. Si no cumple con esos requisitos, no se hace.
Por último, ya es hora que como industria comencemos a explorar nuevas alternativas de financiamiento, más allá del patrimonio, los bancos locales y bonos; y definitivamente nos subamos al carro de la modernidad, incorporando el uso de la tecnología y la web en la entrega de beneficios y relación con los afiliados y entendiendo que el mundo de hoy es muy distinto al que nos vio nacer. No hay recetas únicas. Lo importante es tener la voluntad de hacer las cosas bien.