Honestamente, ¿somos honestos los chilenos?N
Presidente, Fundación Generación Empresarial
Recientemente, el Centro MIDE UC publicó el estudio “Honestamente, ¿por qué no siempre somos honestos?”, que exploró la inclinación de los chilenos a cometer transgresiones menores y cotidianas, encontrando que existe alta propensión a falsear el currículum vitae, callar cuando colegas se burlan de un compañero de trabajo, vender bienes como bicicletas sin advertir sobre sus fallas, entre otras. Es decir, hechos que sin ser ilegales, definitivamente son poco éticos.
Adicionalmente, se encontró que las transgresiones leves aumentan la posibilidad de cometer otras más graves, que las fallas éticas de personas cercanas hacen más probable que uno también las cometa, y que la gente subestima las transgresiones propias en comparación con las que cometerían sus mejores amigos. Dicha discrepancia sería consistente con la motivación de mantener una positiva autoimagen ética, que lleva al autoengaño acerca de la propensión a incurrir en actos incorrectos.
El estudio destaca que poseer mayores niveles de empatía disminuye notoriamente la proclividad a realizar acciones incorrectas, lo mismo la adhesión a valores universales. Los resultados muestran, también, que las faltas éticas son más frecuentes en hombres que en mujeres, pero ocurren por igual entre personas de distinta condición socioeconómica, orientación política o credo religioso.
El tema del estudio en cuestión reviste la mayor importancia en el actual contexto, ya que gradualmente hemos sido testigos de la normalización y justificación de transgresiones como la evasión al pago del transporte público o la multiplicación de quienes pasan gastos personales por gastos de la empresa, entre otras fallas aparentemente menores, pero cuya repetición deriva en vicios y faltas muchísimo más graves como casos de corrupción en instituciones del Estado, colusión empresarial, entre otras.
Tal como enfatiza el estudio, la empatía es un buen camino para prevenir las conductas antiéticas, ya que nos permite ponernos en los zapatos del otro, comprender el efecto que tienen nuestras acciones en otras personas, buscar y valorar no sólo el bien para uno mismo sino también para quien está en frente. Y es que de nuestras convicciones, de la coherencia entre éstas y nuestras acciones y de la relación entre las personas es que nace finalmente lo que valoramos como correcto o incorrecto.
Para fiscalizar, perseguir y condenar lo ilegal está la justicia, que comprende diferentes grados de delitos, con agravantes y atenuantes. Pero la línea de lo ético es sólo una y su trasfondo lo debiéramos compartir todos los chilenos. Por ello es que el camino para construir una sociedad más ética no es sólo individual, hay bases que hay que forjar en conjunto. No basta con protestar por los peores escándalos éticos de nuestra nación, debemos ser también capaces de condenar las conductas consideradas “faltas menores”, antes de que adquieran una masiva justificación social. Es un deber moral cuestionar a quien paga con factura productos claramente personales en la fila del supermercado, hacerle ver a quien no paga la micro que su transgresión recae sobre el resto, en síntesis, rechazar todo tipo de deshonestidad, por más pequeña o inocua que parezca. El silencio es complicidad y la acción respetuosa y proactiva nos hace a todos mejores.
De este modo, podremos pasar de ser meros espectadores o simples críticos, a ser sujetos de la construcción de una sociedad más ética, cuya cimentación efectiva no se da sólo a partir de la transmisión familiar o escolar de valores y principios, sino también de la construcción de relaciones laborales y sociales saludables, todos los días y en todo lugar.