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Humanizar es el desafío

Nicolás León

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Empezando un nuevo año nos encontramos en un excelente momento para revisar y proyectar lo que se viene. Habrá momentos que enorgullecen y otros que desilusionan, pero sin duda, son experiencias que nos permitirán aprender. El pasado está escrito y el futuro por escribirse. Mi invitación con esta reflexión es sumar a quienes quieran escribir las páginas de lo que está por venir.


Los desafíos de hoy son distintos a los que enfrentaron nuestros padres y abuelos. El país goza de un pasar material ostensiblemente mejor que hace 50 años, las instituciones parecen funcionar, y hemos ido edificando una democracia que ha logrado sostenerse por casi 25 años.


Sin embargo, me atrevo a afirmar que hoy el desafío es mucho más que económico o político, más bien, tiene que ver con un reto social y cultural. Tenemos que ir a la raíz de muchos problemas, apelando a cambiar la forma como nos relacionamos. Esto significa cambiar las relaciones para encontrar una respuesta que nos vuelque a lo humano.


La forma de asimilar el mundo cambió, las comunicaciones nos llenan de una gran cantidad información instantánea, obligándonos a seleccionar, priorizar y calificar en muy pocos segundos. La solución, muchas veces se inclina por simplificar, es decir juzgar toda esta información desde una arista, proponiendo que los complejos problemas de la sociedad encontrarán solución desde una lógica unidimensional.


Un ejemplo de esto es cómo se ha abordado el drama de la desigualdad y la marginación que amenazan, a través de la polarización, con erosionar esa vida en sociedad que tanto nos ha costado rehacer. Algunos erróneamente creen que la solución pasa por una nueva estructura de impuesto que grave a los más ricos. Sinceramente, creo que ellos van en sentido incorrecto. Reducir la desigualdad a un asunto netamente material, es una visión reduccionista de un complejo problema político.


Una visión integral de la desigualdad incluye, además de su dimensión material, hacernos responsables de los disímiles accesos que hoy vemos en bienes como salud, áreas verdes, participación, empleo, estabilidad emocional, tiempo libre, educación, entre otros. Luego la única solución es avanzar hacia una cultura humanizada, donde la justicia, la solidaridad y la fraternidad sean los criterios que nos muevan.


Lograr este cambio cultural repercute en todas las dimensiones. Nos exige pensar en una nueva forma de entender la economía: al servicio de la persona y no al revés. Plantea que una renovada forma de entender la sustentabilidad, como única manera de hacer solidaridad con las generaciones venideras. Nos obliga a repensar nuestro sistema político, apuntando a que sean los ideales los que mueven, más que los intereses, etc.


Es cierto, el desafío parece titánico. Probablemente lo sea, pero frente a esto, sólo queda poner manos a la obra y avanzar en la gestación de una generación dispuesta a jugársela por construir un Chile más humano, justo y fraterno del cual nos podamos enorgullecer, más allá de nuestra posición en los rankings OCDE.

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