José Manuel Silva

Un cuento de dos ciudades

José Manuel Silva Director de inversiones de LarrainVial Asset Management

Por: José Manuel Silva | Publicado: Viernes 12 de mayo de 2017 a las 04:00 hrs.
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José Manuel Silva

En estos días me ha llamado la atención cómo los noticiarios chilenos cubren incesantemente el desastre económico-social venezolano. En paralelo, los importantes medios internacionales han escrito largas notas sobre la implosión venezolana. Especial interés me causó el artículo del WSJ titulado “Venezuela muere de hambre”, que señalaba que el país caribeño tiene hoy la mayor inflación del mundo (720%), que su economía se ha contraído un 27% desde el año 2013 y que las importaciones de alimentos han disminuido en 70%. Tres de cada cuatro venezolanos han perdido en promedio 8 kgs. por la escasez de comida.

Curioso, pensé, en el neoliberal Chile estamos preocupados de la obesidad infantil, mientras que en el otrora país más rico de la región cunde el hambre. Coincidentemente, reencontré el Informe de Desarrollo del Mundo del Banco Mundial (BM) de 1980. Me bajó la curiosidad de comparar ambos países aquel año. En 1978 Venezuela gozaba de un PGB per cápita de US$ 2.910 (a penas por debajo de Hong Kong, hoy 15 veces más rico, con 3.040) y casi duplicaba el de Chile con US$ 1.410. El crecimiento promedio anual de este guarismo había sido de 2,7% entre 1960 y 1978 para Caracas, casi el triple de lo obtenido por Santiago en ese mismo período. Ambos países mostraban una gran concentración económica en un sólo sector, petróleo para Venezuela, cobre para Chile.

Entre 1970 y 1978 el consumo del sector privado chileno se contrajo un -0,4% anual, fruto del colapso allendista, de la crisis petrolera mundial de 1975 y de los inicios de la reestructuración económica chilena. En ese mismo período, esta cifra se empinó en 7,1% anual en Venezuela. La inversión por su parte crecía un 11,8% anual mientras en Chile caía un 2,7%. Venezuela cosechó entonces los beneficios de estar sentada sobre un lago de petróleo en un momento en que el precio de éste se multiplicaba varias veces. Sus reservas internacionales eran de US$ 8.500 MM, mientras las de Chile sólo US$ 1.400 MM.

40 años después la situación es dramáticamente opuesta. El reciente informe del Banco Mundial (WDI 2017) muestra que entre 1990 y 2000 el PGB de Chile creció un 6,6% promedio anual, entre el 2000 y el 2009 lo hizo un 4,2% y entre 2009 y 2015 fue de 4,3%. Estas mismas cifras fueron de 1,6; 5,1 y 1,9% para Venezuela, respectivamente. Curiosamente, Venezuela ya no reporta el PGB per cápita, pero según el BM la última cifra reportada en 2013 fue de US$ 12.265 vs US$ 15.700 para Chile. Ahora, si se corrige por paridad del poder de compra, el PGB per cápita de Chile fue de US$ 22.500 el 2013 y US$ 18.300 para Venezuela.

¿Por qué Chile en 40 años sobrepasa a un país que lo duplicaba al comienzo del período? Fácil, basta con revisar el Índice de Libertad Económica del centro de estudios Heritage de EEUU para ver la respuesta. Si se compara a ambos países entre 1995 y 2017, en nuestro caso el índice se acerca en todo el período a 80, una de las economías más libres del mundo. Chile se ubicaba en el último lugar del mundo en 1970. Hoy es Venezuela la que está casi al final de la tabla, pero hasta los inicios del socialismo chavista en 1999, se situaba en la medianía superior de la libertad económica. A contar de 2002 el índice venezolano se desploma, cayendo de cerca de 60 a 27.

Venezuela perdió primero su libertad económica, para luego perder su prosperidad y hoy perder su democracia y la nutrición de sus ciudadanos. Caracas termina siendo una de las 5 ciudades más violentas del mundo y la vida en el país se ha transformado en un constante atentado a los derechos humanos.

Por lo anterior, sorprende que durante el último 1º de mayo ondearan banderas venezolanas en la manifestación de la CUT: ¿quiere el socialismo chavista chileno llevar a nuestro país a las “cumbres” del éxito venezolano? También sorprenden las afirmaciones de nuestra presidenta en relación al crecimiento económico: “No me interesa para nada un crecimiento brutal si no hay mejoras en la vida de las personas”. Puedo apostar que la gran mayoría de los venezolanos prefieren el “crecimiento brutal”, que la brutalidad del hambre socialista. Si no pregúntenle a los miles de inmigrantes venezolanos cuyo acento resuena hoy en nuestra ciudad y han votado con sus pies.

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