La astronomía nacional frente al dilema de la seguridad
Sebastián Dueñas Investigador Programa Derecho, Ciencia y Tecnología UC. Matías Aránguiz Subdirector Programa Derecho, Ciencia y Tecnología UC
La decisión de suspender el proyecto del telescopio chino en Cerro Ventarrones no es, como algunos temen, una detención del desarrollo científico; es un ejemplo de prudencia estratégica que afirma la autonomía con la que Chile ha construido su liderazgo astronómico. Al detenerse temporalmente el proyecto, se evita que la investigación realizada en territorio nacional dependa de términos que no comulgan con los intereses del país, dando el tiempo necesario para asegurar que cualquier cooperación futura consolide, y no restrinja, nuestro propio desarrollo científico.
En este caso, las estaciones terrestres cuentan con la capacidad de rastrear satélites, analizar trayectorias o captar señales sensibles de comunicación. Pretender que un observatorio de las características de Ventarrones es neutro por definición sería, al menos, miope. Precisamente por la dualidad de sus potenciales usos -civil y militar-, estos proyectos exigen mecanismos que equilibren el desarrollo científico y la seguridad nacional.
“Pretender que un observatorio con las características de Ventarrones es neutro por definición es, al menos, miope. La dualidad de sus potenciales usos -civil y militar-, exige mecanismos que equilibren el desarrollo científico y la seguridad nacional”.
Esta situación ya pasó en Argentina, en la estación Espacio Lejano, en Neuquén, donde el acuerdo inicial otorgaba a China control casi total sobre la operación de la estación, dejando a los investigadores locales con un limitado acceso. No fue sino tras fuertes presiones políticas y diplomáticas que el gobierno argentino renegoció condiciones para limitar usos militares y ampliar la participación de científicos de su país. Chile todavía puede evitar ese costoso giro: la suspensión de Ventarrones es la oportunidad para pensar en un convenio que establezca reciprocidad, transparencia y supervisión permanente desde el inicio, y limitar posibles fines militares.
La posición de Chile como líder en la astronomía mundial es fruto de décadas de cielos limpios y acuerdos internacionales bien gestionados. Poner en riesgo esta reputación con convenios opacos o irreversibles sería hipotecar un capital intangible que beneficia tanto a la comunidad científica como al desarrollo local. La confianza de futuros socios -y la atracción de nuevos proyectos- depende de que nuestro país muestre reglas claras y pensadas cuidadosamente.
En este contexto, las advertencias diplomáticas que llegan desde el extranjero deben leerse como parte de un escenario más amplio. América Latina, y Chile en particular, ahora tiene un valor estratégico muy alto: nuestra ubicación en el hemisferio sur completa el rompecabezas para los sistemas de exploración espacial global. Ignorar las señales de actores aliados, que observan con profundidad la expansión asiática en la región, sería desconocer el actual escenario internacional que condiciona la investigación de frontera y vendarnos los ojos ante posibles colaboraciones que faciliten infraestructura para aplicaciones de guerra electrónica.
Sabemos que Ventarrones no es un caso aislado. China ha armado una red de estaciones y telescopios que abarca Neuquén en Argentina, el programa CBERS en Brasil, radares de largo alcance en Venezuela y ahora este proyecto en el desierto de Atacama. Cada nodo le otorga músculo científico, pero también capacidad de monitoreo propio, ampliando su huella en sectores críticos sin la necesidad de instalar bases militares formalmente reconocidas.
Lo verdaderamente inquietante no es la cooperación científica -bienvenida sea-, sino nuestra falta de reglas bien pensadas en materias de estaciones terrestres satelitales. Sin un marco que detalle el acceso a datos, auditorías y límites claros para tecnologías de usos duales, cualquier pausa termina siendo un parche. Ventarrones ofrece la ocasión perfecta para formular esas reglas y mostrar que Chile puede seguir mirando al universo sin bajar la guardia en la Tierra.