La competencia por el capital ya empezó, mientras Chile sigue rezagado
PEPE BARROILHET Socio de Spencer Stuart
Argentina acaba de dar un paso audaz con su Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), aprobando el primer gran proyecto minero bajo este esquema: una inversión de US$ 2.700 millones en litio por parte de Rio Tinto. El RIGI -una especie de DL600 moderno- ofrece estabilidad fiscal, aduanera y cambiaria para proyectos que superen los US$ 200 millones. Y está empezando a generar una nueva competencia regional que Chile no puede darse el lujo de ignorar.
Porque mientras discutimos la permisología, otros países están creando condiciones proactivas para atraer capital, tecnología y talento. En un contexto global complejo, con plazos más largos, cadenas de suministro frágiles y exigencias crecientes en sostenibilidad, esperar que los proyectos se concreten solo eliminando trabas burocráticas es ingenuo.
“Reinstaurar un esquema como el DL600 no es volver al pasado, es entender el momento. El mundo no solo es más incierto: es más selectivo. Y quienes ofrezcan condiciones claras y estables tendrán una ventaja estratégica”.
Chile necesita ir más allá.
Por décadas, el DL600 fue una de nuestras mejores cartas para atraer inversión extranjera, especialmente en minería. Su éxito no estuvo en los incentivos espectaculares, sino en la certeza: estabilidad regulatoria, libertad para remesar utilidades y reglas claras, inmodificables unilateralmente. Hoy, no tenemos un mecanismo similar. Y en un mundo en que la competencia por el capital es feroz, no ofrecer estabilidad se traduce en desventaja.
Reinstaurar un esquema como el DL600 no significa volver al pasado, sino entender el momento. El mundo no solo es más incierto: es más selectivo. Y quienes ofrezcan condiciones claras y estables tendrán una ventaja estratégica.
Además, es hora de que el mundo político entienda que la permisología es solo el síntoma más visible. Los verdaderos cuellos de botella están más abajo en la lista: plazos de construcción, déficit en infraestructura crítica, falta de energía y falta de talento. Un marco de estabilidad bien diseñado no resuelve todo, pero da una señal clara: aquí se puede invertir.
Argentina está lanzada hacia el futuro y ya está teniendo efectos concretos. Chile tiene que tomar una posición más decidida, si no veremos cómo las inversiones se van a otros lados.
Esto no se trata de competir con subsidios. Se trata de competir con reglas del juego claras. De pasar del discurso a la acción. De entender que el capital no espera, y que el talento inversor busca certezas antes que promesas.
Chile fue líder regional en atraer inversión minera. Puede volver a serlo. Pero para eso, hay que dejar de mirar el mapa con nostalgia y empezar a diseñar el terreno del futuro.