La frigidez del gobierno
Indulgentes fueron los balances del primer año del gobierno de Sebastián Piñera...
- T+
- T-
Indulgentes fueron los balances del primer año del gobierno de Sebastián Piñera. No en vano, debió asumir en el marco de uno de los megasismos más grandes de la historia. A dos años de su mandato, lo que antes era todavía provisional por la excepción, son hoy rasgos más cristalizados.
El país, luego del impacto de las movilizaciones estudiantiles, asiste a un gobierno con un problema endémico de conducción, a pesar de la incorporación de personeros con tonelaje político. Además, durante 2011 contó con elementos favorables tales como la visita del presidente Obama, el repunte de la economía como no se había visto en una década y la aprobación de proyectos emblemáticos como el postanatal de seis meses. Sin embargo, tal como sucedió con el caso del rescate minero, no supo capitalizarlo. Hoy por hoy, apenas logra administrar la coyuntura y pretende sortear los problemas en base a permanentes relanzamientos, lo que produce una sensación de vorágine y de falta de orientación. Las movilizaciones parecen haber llegado para quedarse por cuanto el gobierno provee la estructura de oportunidades que propicia el descontento, con un presidente que no fue diligente con sus propios conflictos de interés, y aparece asociado indisolublemente a la idea de “letra chica” acuñada por la oposición, junto a un Ministerio del Interior que no goza de un talante dialogante.
Para ser justos, lo que le ha tocado a este gobierno, le hubiera tocado a cualquier otro. Cabalga a lomos del cambio de ciclo, caracterizado por la percepción subjetiva de la desigualdad, facilitado por las comparaciones de la OCDE, y una crisis de representación a la que suman problemas de gestión territorial en las regiones. El gobierno tiene dificultades, incluso, para resolver los temas que reclama como propios de la derecha como la seguridad ciudadana y un crecimiento económico que, facilitado por la reconstrucción, los expertos avizoran insostenible en el tiempo si no se adoptan medidas más macizas.
A la hora de los descuentos y con un país presidencializado prematuramente, el gobierno proclama que viene el tiempo de la cosecha. Bueno sería porque, lo que hay ahora, es una extendida sensación de esterilidad y de marasmo. No en balde, el presidente tiene un 23% de aprobación en la última encuesta CEP. Por ahora, parece haber tomado la opción de correctivos en el marco de las fronteras que establece el mercado. Es el caso, por ejemplo, del Sernac Financiero, medida positiva que exige mayor transparencia de los contratos o la existencia de un árbitro, pero que difícilmente podrá resolver los problemas que emergen en un mercado con alta concentración en la banca, en el retail o los seguros. La segunda opción es avanzar hacia los cambios estructurales que la ciudadanía viene demandando. Pero ello supone tanto arrojo como la decisión del rescate de los mineros porque supone enfrentar la Constitución, entregándole al Estado el rol vigoroso que la ciudadanía está reclamando en áreas tales como la educación.